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contra el horizonte, siete cerros nevados, uno de ellos, con un penacho blanco saliendo de su cumbre, proclamando al mundo que es un volcán activo.

Hay muchos volcanes apagados. Debe de haber habido una época cuando esta zona era una antesala del infierno.



El salar de Ascotán, con algunos cerros

Hace cuarenta minutos que no nos cansamos de mirar las singulares hermosuras a nuestra derecha. Ahora, también aumentó la presencia de ojos de agua en el salar, y se ve flamencos rosados remojándose los pies.

También, está anocheciendo, con hermosas combinaciones de cerros ya en la sombra y de cerros todavía resplandecientes bajo el Sol poniente.

Cruzando una cresta, he aquí otro salar, el de Carcote.

Ya a escasos kilómetros de Ollagüe, todavía podemos distinguir, en la semi-oscuridad, que estamos pasando cerca de un volcán en actividad.

Llegamos a Ollagüe en total oscuridad.

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Esta mañana, al despertar en el gran espacio vacío que sirve de plaza al pueblito de Ollagüe, pueblito por otra parte compuesto más de espacios baldíos que de espacios construidos, descubrimos que estamos en el medio de un círculo de, tal vez, una docena de volcanes, todos apagados, o por lo menos quiescentes, salvo el que vimos anoche al llegar, y todos con una altitud entre 5.000 y 6.000 metros mientras nosotros estamos a 3.700 metros. Aquí también, debe de haber sido una antesala del infierno en épocas pretéritas. ¿Podría volver a serlo?

Ahora, vamos a ver si nuestras dos metas aleatorias en Ollagüe se van a transformar en realidades.  Vamos a investigar.

Salvo la interesante vista periférica de esta mañana, este día arrancó mal, y sigue igual ahora, cuando estamos estacionados para la cena y la noche.

La "temperatura" - entiéndase la friotura - esta mañana, era de seis grados bajo cero, y hasta el Sol mostraba poco interés en levantarse y calentar el ambiente. En dicho frío, y antes de cualquier otra cosa, Karel tuvo que agregarle aceite al motor.  Simple rutina.

Pero parece que alguien siempre guía su mirada a algún punto neurálgico que no tendría ninguna razón razonable para mirar.