Ah, pero apenas dicho lo anterior, tenemos la Cordillera frente a nosotros. Es que doblamos hacia la izquierda, hacia el levante, por éste el camino más largo, hacia lo que se pueda alcanzar.
Si hubiésemos seguido hacia el sur, nos hubiéramos acercado a los más importantes yacimientos naturales de nitrato de soda de la Tierra, con una extensión explotable industrialmente de 700 kilómetros de norte a sur y de entre 15 y 75 kilómetros transversalmente - si bien dichos depósitos, lamentablemente, ya de poco le sirven a Chile porque, como tantas otras cosas en este mundo de hoy, todo se hace sintético.
A nuestra derecha, se ve clarísimo un enorme geoglifo: algún animal con un largo hocico, una larguísima cola, y cuatro patas. Lo curioso es que, a la punta de cada una de sus extremidades - el hocico, la cola y las cuatro patas - se yergue una gran torre de alto voltaje, vale decir que, naturalmente, no se trata de un geoglifo arqueológico de verdad sino de las marcas dejadas en el suelo, en el terreno, durante la construcción de esta línea de alto voltaje; pero quién podría asegurar que, dentro de 1.000 ó 2.000 años, algunos arqueólogos no discutirán doctoralmente sobre quién, cuándo y por qué, hizo este geoglifo.
Grandes extensiones de desierto no arenoso, que sea en llanura o en laderas, llevan las cicatrices del paso del hombre y de sus máquinas; como no hay erosión, como no hay reajuste de la superficie, marcas se van acumulando y permanecen una eternidad. Parece que tal desierto es tan frágil como la tundra y el permafrost del Artico. No así, se entiende, en desiertos de arenas sueltas como vimos en el Perú, donde la acción eólica cubre y cambia los rasgos del terreno, y por lo tanto elimina cualquier marca dejada por el paso humano.
Estamos subiendo paulatinamente. Ya estamos a 1.900 metros.
2.300 metros y subiendo, siempre paulatinamente, por una planicie apenas inclinada.
Siempre el desierto; aquí, sumamente pedregoso. Es de preguntarse: si no hubiera corriente Humboldt y si hubiera, por lo tanto, humedad ¿qué vegetación habría en este entorno tan pedregoso?
Felizmente, el camino está asfaltado, o casi asfaltado, y tendría que serlo hasta Chuquicamata, nuestra próxima meta.
¡Qué tremendas extensiones, desde el norte del Perú hasta aquí, y hasta quién sabe dónde, totalmente inútiles para la vida, ya sea humana, animal o vegetal! Salvo que en ellas, por lo menos, no se crea contaminación ambiental, y por lo tanto se mantiene aire limpio.
Agregando estas fantásticas extensiones a las inmensas zonas áridas del norte de América, que también nos sorprendieron, qué tremenda proporción del >>>>>>>>