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> Tuvimos que buscar dónde cambiar dinero; porque, en abrupto contraste con todos los demás países, donde se podía cambiar dinero en la frontera misma, a veces por las manos de los funcionarios aduaneros mismos, en Chile, tuvimos que recorrer con medios propios toda la distancia hasta Iquique para ver dinero chileno. De repente, somos otra vez pobres; se terminaron los opulentos tiempos aquellos cuando éramos millonarios en Bolivia.

> Juntamos datos en cuanto a la accesibilidad de ciertos sitios que nos gustaría ver.

  En el proceso, nos encontramos con las manos llenas de folletos informativos varios, bien hechos, incluyendo un plano de Iquique realmente impreso y no sólo mimeografiado, y un mapa a todo lujo de todo Chile, que es toda una curiosidad manejar y observar porque debe de ser el único mapa de un país, estirado a lo largo de una longaniza de papel de 2,4 metros de longitud, por escasos centímetros de ancho. Si resulta ser tan exacto como es lujoso, sin duda nos será de gran utilidad. Nos habíamos olvidado de que mapas tan prolijos podían existir.

> Hicimos cambiar el retén de aceite que perdía; incluso, pudimos cambiar la manguera del radiador conseguida a tan dura pena en Oruro por una manguera original premoldeada de la marca de nuestro vehículo - pero guardamos la manguera anónima, por la duda.

> Naturalmente, una gran curiosidad fue ir a comprar comida, después de las limitaciones encontradas en Bolivia. Fue lo último que se hizo en el día, por el raro horario - de 16:30 a 21 horas - de los dos o tres supermercados, porque supermercados, aquí, hay, si bien no muy impresivos. Božka volvió con lujos, o con esenciales de buena salud si se quiere, como ser jugos de fruta puros, nueces, cuajadas al natural, etc.

La ciudad de Iquique no es muy grande pero limpia y bien organizada; inclusive, todas las calles, toditas, tienen su nombre claramente marcado en cada esquina, un lujo muy bienvenido.

Hay una curiosa dualidad en la construcción de las casas: algunas, del tipo sólido de mampostería latina; y algunas, del tipo transitorio de tablas de madera, exactamente del siglo pasado vespucciano, como se podría ver en películas de vaqueros de aquel país, casas construidas en aquella época cuando nada menos que madera de pino importada de Canadá y ladrillos prensados a máquina - cada uno orgullosamente impreso con su nombre de fábrica gringo - podía considerarse material de construcción digno de las fortunas de los magnates salitreros.

El clima, a juzgar por lo que vimos hoy y por lo que nos comentó la gente, parece ser muy similar al que vimos en Lima: muchas veces, cubierto de niebla, sin Sol a la vista.

Después de probar cuatro jugos, tan diferentes como piña, frambuesa, manzana y naranja, pero de gusto tan vago los cuatro que, a primer sorbo, no se sabe muy >>>>>>>>