era normal; y, efectivamente, no perdía sino que solamente se humedecía. Pero, ahora, la cosa se puso peor y pierde un poquito.
En otros tiempos, no hubiésemos tenido que cruzar ninguna frontera porque, entonces, Bolivia se extendía hasta el mar, y ello, sobre una respetable longitud de litoral. No deja indiferente que no fue ésta la única pérdida territorial de la Bolivia original: por dónde uno se dé vuelta, la Bolivia original, que casi ni se parece a la Bolivia de hoy, fue pelada de algún territorio por todos sus vecinos, grandes y pequeños, sin excepción.
La más dolorosa de las ocho pérdidas fue precisamente esta salida al Pacífico, a manos de Chile, en varios episodios entre 1879 y 1905.
Más doloroso aun, si cabe, fue, que, con el correr del tiempo, Chile maduró el arreglo de buena vecindad de ceder a Bolivia un corredor de acceso al mar de cuatro kilómetros de ancho a lo largo de su frontera con Perú, a cambio de adecuadas compensaciones territoriales, naturalmente; que Chile, en 1976, a tal efecto, pidió acuerdo a Perú según tratado anterior; pero que Perú no aceptó, sugiriendo más bien poner la zona bajo soberanía y administración tripartita, lo que Chile no aceptó. De manera que el diferendo se quedó sin resolver, y Bolivia se quedó sin mar.
No es éste el primer diferendo territorial sudamericano que encontramos; el primero fue entre Ecuador y Perú. Y no son estos dos los únicos pendientes.
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Esta mañana, nos despertamos con una mínima de seis grados bajo cero en esta zona "tropical". Con la ambitura bajando cada día un poco más y con los blancos manchones de sal en muchos lugares, no nos extraña que, en ciertos lugares de la Cordillera, ocurra a veces el temible "viento blanco - tan frío, y cargado a la vez de sal y de nieve, que puede llegar a congelar a criaturas hasta en el acto de huir". Dentro de un ratito, echaremos a andar.
El camino va resultando sorprendentemente decente. Naturalmente que estamos levantando una tremenda polvareda y que hay que abrir el ojo a ver dónde se pisa; pero no hay arena profunda, no hay trenzados de huellas y no hay vados. Para mayor lujo todavía, en Sabaya, nos dieron indicaciones bastante precisas por dónde tomar en las varias bifurcaciones, indicaciones resultando ahora vitalmente prácticas. Parece que nuestros temores eran innecesarios.
De repente, desde unos 4.000 metros de altitud, abarcamos una vista del salar de Coipasa. La mayor parte de la cuenca es de un blanco níveo, si bien algunas partes tienen lo que parece agua azul. Exactamente la misma impresión que un >>>>>>>>