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huella, esperando que era la buena, y que quedaríamos en la buena. Llegamos, eventualmente, hasta otro vado más, donde, gentilmente, había parado nuestro cometa para ver qué nos había ocurrido.

Otra vez en convoy. Así, finalmente, llegamos, muy tarde y muy de noche, a Sabaya, con una sola gana, descansar y dormir.

Nos estacionamos en la más chica, íntima y acogedora de las dos plazas que tiene el villorrio de Sabaya. Es notable cómo tantos villorrios perdidos en su rincón del mundo tienen - ya sea por designio o por instinto - una estructura urbana mucho más agradable para el ser humano que centenares y miles de ciudades supuestamente más sofisticadas.



Iglesia en Sabaya

Para descansar un poco, exploramos las ondas radiofónicas en este mundo un poco fuera del mundo. Sintonizamos varias radioemisoras de la Argentina; más sorprendentemente, no logramos sintonizar ninguna de Chile; y más sorprendentemente todavía, tropezamos con una radiodifusora de Colombia, y muy firme y clara. En las ondas cortas, sintonizamos una radio de Washington, una radio de Moscú, y, sin poder evitarlo, una plétora de radios de Dios. Se nos ocurrió que el monoteísmo es realmente una bendición. Sólo imaginarse algunas docenas de dioses, cada uno con su diluvio de propaganda.

Todo esto, pues, fue ayer.

Hoy, quedaremos parados en Sabaya.

Volviendo a la epopeya de ayer, tenemos la impresión de que es más aventurado y peligroso viajar por esta zona que por el Artico, porque, aquí, no hay el más mínimo recurso de auxilio en caso de problema. En el Artico, por lo menos hay, aunque sea muy aisladamente, reductos con recursos de ayuda que, aunque tarden un día o dos para llegar, llegan, como nos ocurrió a nosotros mismos. Aquí, nada de eso, aquí, no llegaría nada en una eternidad. Y también, pensando en la tremenda polvareda de ayer, fue realmente una inspiración que tuvo Božka cuando, durante nuestra espera delante del primer vado, envolvió cada cámara fotográfica, cada lente, cada pieza de otros equipos que tenemos, en sus fundas de plástico individuales.

Durante el día, hicimos varias diligencias.

Una diligencia fue tratar de conseguir nafta; no por necesidad sino por precaución. No, aquí, gasolina no hay. La más cercana está en Oruro. Pero, al rato, empezaron a aparecer ofertas: una, 150/oo más cara que en Oruro, otra, 200/oo, y una tercera, 250/oo más cara que en Oruro - o cualquier otra parte de Bolivia, ya que el precio es uniforme. Compramos 60 litros al sobreprecio de 150/oo, lo que todavía resulta mucho más barato de lo que vamos a estar pagando en Chile.

Otra diligencia fue enterarnos, del camino al pueblo de Chipaya, y de los Chipayas en general, de los cuales sabíamos que son un grupo étnico totalmente >>>>>>>>