Es increíble; hay que tener el corazón bien puesto para viajar en Bolivia, y quién sabe cuál de estas versiones será la correcta - es un poco enervante tener la perspectiva de quizás estar clavados aquí, otra vez, por tiempo indefinido por otra huelga.
Así que, aunque hubiésemos logrado tomar una determinación, en cuanto a nuestros pasos futuros, temprano en la tarde, no podríamos haber viajado hoy por esta falta de combustible.
De manera que estamos estacionados en la plaza central de Oruro para la noche, esperando que, durante la noche, nos venga alguna inspiración de arriba en cuanto a qué trayecto arriesgar, y que, mañana por la mañana, la nafta burbujeará alegremente otra vez en los surtidores.
Esta plaza central, como tantas de sus compañeras en tantas ciudades de América Hispana, ostenta esa dignidad íntima tan incongruente con la pobreza y el decaimiento de todo lo que no es la plaza central; parece que no hay plata para nada, que no hay interés para nada, pero para las plazas centrales y que, acaso, se podría llamar sagradas, siempre hay recursos financieros y deseos de un trabajo muy bien hecho.
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Esta mañana, sin saber pues a ciencia cierta si sí o no habrá expendio de nafta, tempranito nos llegamos al surtidor. Por ahora, no se ve nada y nadie.
Por lo visto, hay otros con la misma idea que nosotros que ya van formando una cola detrás de nosotros. Y a qué hora abrirán, si es que abren, es un juego de adivinanza: ¿las siete, las siete y media, las ocho, quién sabe?
Estamos estacionados a orilla del potrero de dos hectáreas que sirve de futura plaza central del pueblo de Toledo, a 38 kilómetros de Oruro, en dirección a la frontera con Chile, en total oscuridad y silencio porque no hay electricidad para luz ni altoparlantes.
Nos gustaría conocer una manera simple de describir un día que fue una verdadera cascada de imprevistos, el primero, a la mañana, ciertamente muy bienvenido, pero todos los demás, yendo de mal en peor; con decir que, mañana, tenemos que volver, por nuestros propios, mochados, medios, a Oruro - y si bien tenemos la esperanza, no tenemos la seguridad, de llegar.
Ahora, si bien ya no tenemos ninguna gana de anotar, y todavía menos fuerza para anotar, los meandros de lo acontecido, ciertamente en algún momento del futuro nos gustará leer su relato para refrescarnos la memoria; así que adelante con las anotaciones.