* Otro subdesarrollo va sumergiendo la ciudad con la fuerza inoponible de un tsunami: las propagandas electorales para los próximos comicios. Sin el menor escrúpulo, sin el menor sentido de elegancia, sin el menor respeto de la propiedad privada ajena, los lemas van cubriendo cualquier superficie plana, en la forma de papeles indespegables y de pinturas indelebles. Si tuviéramos que votar, seguramente no votaríamos por los siguientes partidos:
- no votaríamos por los dos partidos que, probablemente por ser los más pudientes, tienen los programas de radio salpicados de sus avisos políticos, porque no se entiende nada de qué se trata durante los 55 primeros segundos del aviso, sólo el nombre del candidato se entiende en los últimos 5 segundos - y candidatos que no son capaces siquiera de armar un mensaje, claro al oído e impactante al intelecto, no pueden ser capaces de manejar algo, y menos un país;
- y no votaríamos por ninguno de los candidatos cuyos partidarios muestran, con sus lemas en las paredes, tal falta de respeto por la propiedad privada de sus conciudadanos y vecinos, y por la pulcritud de la ciudad misma, patrimonio de todos - porque candidatos que permiten, o no pueden controlar, semejante salvajismo entre sus filas nunca serán capaces de manejar un país, y tendrían que ser recluidos en un chiquero, entre sus semejantes. Božka está haciendo el comentario de que estamos ofendiendo a los chanchos.
Lamentablemente, tenemos que acordarnos de que, muy lamentablemente, el mismo salvajismo lo vimos en todos los demás países hispano-americanos, en contraste con los países anglo-americanos donde semejante desmán ni se soñaría, y donde la gente, mucho menos resignada que entre los Hispanos, en seguida armaría un juicio por daños y perjuicios contra el partido culpable - y así tiene que ser porque no hay derecho a que alguien se haga una linda propiedad y los vándalos vengan a arruinarla para siempre, impunemente.
* Hoy mismo, bajamos, por lo que creemos que fue la última vez, de los aproximados 4.080 metros del aeropuerto a los 3.600/3.700 metros de la ciudad de La Paz.
En La Paz, parece que nunca se terminarán los casos asombrosos.
Vimos una fila de espera, de un largo de casi dos cuadras; su cabeza se encontraba en un portón, entreabierto cautelosamente para no dejar paso a más de sólo una persona a la vez, y, por la duda, afianzado con una gruesa cadena y, por la duda - nos preguntamos qué duda - con un militar armado de un rifle en la mano. Ya que nos pareció incomprensiblemente incongruo el contraste entre la gente tranquila esperando y semejante despliegue de precauciones, preguntamos qué era la cola.