aprovechada que una torre construida; no la encontramos, parece que ningún lugareño la conoce: uno dijo que ya había sido destruida por las lluvias.
Pero bien inesperadamente fuimos deslumbrados, a pasos de La Paz, por una excepcional combinación de tres panoramas: uno, alrededor de nosotros, de erosiones dramáticas en un corte del altiplano; uno, en el lejano horizonte, la imponente cordería Blanca; y el tercero, entre los dos anteriores, un profundo valle, ancho hasta el horizonte, a su vez todo erosionado. Ante este despliegue de grandiosidad, entre los mejores que vimos salvo la grandiosidad fuera de clase del Alto Artico en invierno, nos quedamos todo el día.
Sí, ¡qué panorama!
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Hoy, tercer día en el taller mecánico, dándole al coche la atención que necesita y que se merece.
Todo ya está en condiciones y a punto, salvo un último suspenso: cuando ya estaba todo terminado, apareció un ruido que puede provenir de una de dos bombas, todavía no se sabe cuál de las dos. Si es la bomba de agua, no habrá mayor problema porque llevamos una de repuesto, pero si es la bomba de la dirección hidráulica, no la tenemos, y nadie la tiene en La Paz, por lo que habría que importarla con las consiguientes demoras y dificultades.
Mientras tanto, hay tiempo para varias anotaciones.
* Tropezamos, por pura casualidad, en una editorial radial, con una confirmación cristalina de aquellos conceptos de nuestra reciente conversación referentes a la artificialidad, y por ende ilusoriedad, de ciertos países: el comentarista se lamentaba de que, durante un reciente acto en una plaza de La Paz, el sagrado himno boliviano no se había merecido un parpadeo de parte de los Quechuas y Aimaraes en la vecindad, como si fuera nada, a pesar de las admoniciones en el momento, por altoparlante, en sus respectivos idiomas, de ponerse de pie y/o quitarse el sombrero. Pero es que justamente el sagrado himno boliviano no es ni sagrado ni himno ni boliviano, no es nada, para los paraborígenes, así como toda Bolivia es nada para ellos: exactamente lo que decíamos nosotros; lo mismo que, en Vespuccia, el aniversario de la fundación del país será de regocijo para los Blancos pero es de indiferencia o luto para muchos paraborígenes.
En sus respectivos idiomas. No hay que olvidar que solamente unos 36/00 de los Bolivianos tienen castellano como idioma materno.
* Varias veces, y en oportunidades separadas, escuchamos comentarios radiales confirmando otra observación nuestra: nosotros vimos las coimas, extorsiones, >>>>>>>>