Seguimos así acumulando la increíble eficiencia boliviana: huelgas pequeñas, Carnaval grande, huelga grande, y ahora la Semana Santa. ¿Cómo puede una economía, individual, o familiar, o nacional, progresar?
Hablando de radio, por radio nos enteramos de que, en Lima, hubo disturbios callejeros con vandalización de negocios; y que hubo las repercusiones de un terremoto con epicentro en el Pacífico.
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Miércoles, día subsiguiente a las anotaciones anteriores.
La memoria automatizada de Božka nos hace acordar de que hace dos años, hoy, estábamos volcados, incapacitados, caídos doce metros barranco abajo, con 30 grados bajo cero si bien nos acordamos, en el frío ártico canadiense de Fort McPherson; y nos acordamos como si fuera ayer, cómo, al día siguiente, al ver la plenitud de los destrozos, en el galpón que nos fuera prestado como un paraíso, nos invadió el lugubre pensamiento - contra el cual parecía inútil rebelarse, pero en el cual no quisimos creer, y al cual no nos sometimos - de que así probablemente había llegado a un fin prematuro y truncado esta Expedición. Días más tarde, seguíamos, con el coche malherido pero invicto, hacia el norte, hasta viajar por los hielos del propio océano Artico.
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Jueves y Viernes Santos: dos días que deben de haber sido de calvario no sólo para Cristo sino para los millones de radioescuchas que, los restantes 363 días del año, ignoran el hermético idioma de la música clásica europea; y hasta para los propios iluminados amantes de dicha quintaesencia sonora; porque, durante estos dos días, las ondas acallaron su habitual vaciedad para impregnar, inundar, permear, el ambiente, de una música, que los millones no entienden, presentada de una manera ofensiva a la sensibilidad de los entendidos.
Fue interesantísimo observar las cosas: durante dos días, la pobre música clásica europea - porque las músicas clásicas africana y asiática, que las hay, y exquisitas, no existen para el egocentrismo europeo - la pobre música clásica europea fue, sin culpa propia, una papa caliente que nadie sabía cómo manejar.
Primer problema: ¿cómo elegir música cuya substancia, por definición y propósito, no puede ser sino incomprensible e indigestible para oídos, espíritus y sensibilidades - mejor dicho solamente perceptibilidades - >>>>>>>>