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Sí, confirmado: recibimos en Nueva York lo tan esperado, hasta anhelado: como continuación de aquellos dichosos documentos vespuccianos extraviados por la ineptitud de algún funcionario, idénticos permisos de reingreso a Vespuccia aun después de una ausencia mayor de un año, incluyendo hasta el año que viene. Vamos a tener mucho más flexibilidad en el manejo de las cosas administrativas de esta Expedición. Lo concreto para nosotros es que podemos seguir pues con nuestros planes originales, a saber, trenzar por la Cordillera hasta Tierra del Fuego, y luego empezar a subir por la costa atlántica, en vez de tener que ir a Buenos Aires ahora mismo.

Por otra parte, también llegó a manos de nuestro corresponsal la renovación anual de las placas de nuestro vehículo.

Menos mal que tenemos nuestro vehículo registrado en un estado civilizado, Virginia, donde no piden, cada vez, media docena de documentos ponderosos que apenas si no incluyen el acta de nacimiento de la abuela, y sólo se conforman con una solicitud de renovación y el pago de los derechos; y donde, además, no tienen inconveniente en absoluto en mandar la renovación por correo a la dirección que uno les indique, ya sea el domicilio establecido en los archivos o cualquier otra dirección. Si no, cómo hubiésemos hecho para renovar las placas ya dos veces: una vez en Canadá, una vez en Colombia. Este año, tuvimos el pálpito de que no convenía pedir el envío de la renovación aquí, a Bolivia, por ello que solicitamos que se envíe a nuestro corresponsal en Nueva York. Los acontecimientos vividos en Bolivia con tantos paros, por huelgas chicas, por Carnavales, por huelgas grandes, y qué más, nos dan sobradamente la razón.

La gente que nos envidia por este "lindo viajecito", como dice, no se da cuenta de todas las formalidades que hay que seguir manteniendo al día, y todo, por correo.

Por otra parte, esta llamada telefónica misma fue otro agravio más, a agregar a los tantos que ya enfrentamos en Bolivia.

Naturalmente que hubo que correr primero a la consabida oficina especial. Allí, mientras Božka se quedó vigilando el coche, Karel fue a enfrentar los acontecimientos.

Bueno, aquí, no piden, como en ciertos países, un depósito de dinero astronómico previo pero sí exigen el depósito de un documento: cédula de identidad para los nacionales, y pasaporte para los extranjeros. ¿Cómo le iba Karel a confiar su valiosísimo pasaporte a gente tan inconfiable? Bueno, seguimos cosechando los dulces frutos de nuestras amarguras a manos de las autoridades de migraciones de Panamá: Karel le entregó a la digna empleada su prórroga de permanencia en Panamá, de fecha perfectamente vencida desde hace mucho, y sin el más mínimo valor aquí, en Bolivia, pero con fotografía, con firma, con sellos, debidamente plastificada, o sea llena de todo aquello que hace las delicias de un corazón de empleada sin sesos. ¡Qué lindo era tener el pasaporte a salvo en el bolsillo!