El tiempo está hermoso, soleado - el cielo, mayormente azul con algunas nubecitas blancas.
Otra vez tenemos la oportunidad de admirar los inenarrables tonos pastel geológicos que ya cautivaron nuestra atención en el sur de Ecuador y en otros sitios.
≈ Pero, aquí, causan una impresión diferente; porque allí se trataba de manchones relativamente reducidos y como llovidos, o salpicados, mientras que aquí se trata de grandes masas - capas sedimentarias espesas o cerros enteros de cada color.
≈ Y cuando no es así, se da otra combinación que no habíamos visto antes, a saber, encimadas de una multitud de capas finas, cada una de otro color, dando la impresión de una tela rayada multicolor; sorprendentemente atractivo.
≈ Además, otro ingrediente nuevo que realza este espectáculo colorido es la variedad de durezas de los varios estratos sedimentarios, que se traduce en la alternación de capas sobresalientes y capas erosionadas, combinando así juegos geométricos con los juegos cromáticos.
≈ El camino mismo es policromo, con trechos purpúreos, verdes, grises, rojos, ocres.
Mientras tanto, alcanzamos algo que no se puede llamar altiplanicie, porque, si bien es alti, tiene demasiadas ondulaciones para ser una planicie; por lo que sería mejor llamarlo una altipeneplanicie, oscilando entre 4.100 y 4.400 metros de altitud.
El camino mismo, si bien no es bueno, es mejor que malo del todo. No hay tráfico en esta arteria de Bolivia; se ve un vehículo quizás cada veinte o treinta minutos.
Desapareció el calidoscopio polícromo. Se presenta un páramo cubierto de una vegetación que sería inapropiado llamar pasto corto, tan raquítica y rala es, pero, por algún milagro de adaptación, hay hartos rebaños de llamas, alpacas y ovejas.
La gente, por aquí, es muy emprendedora: al mismo tiempo que cuida los centenares de animales, se dedica a la misma industria del sombrero invertido que ya vimos en otros sitios.
Como parte importante del paisaje, se imponen cercos de piedras, sorprendentes tanto por su cantidad como por sus extensiones hectométricas, y a veces kilométricas. Es sobrecogedor imaginarse el trabajo de esclavitud que fue mover estas miríadas de rocas y lograr colocarlas unas sobre las otras hasta formar estos muros que, de lejos, no parecen más que líneas trazadas en el terreno pero que, de cerca, se muestran altos, gruesos, voluminosos. A menudo, muchos cercos yuxtaponen sus formas - cuadrangulares, redondas, semi-circulares, irregulares - hasta cubrir laderas enteras con dibujos bien definidos. Seguro que por aquí todavía no pasó ningún proponente de teorías exóticas, porque sin duda ya hubiese detectado algún astronauta o por lo menos algún robot dibujado en estas laderas. No es, por otra parte, que nos parezcan >>>>>>>>