tierra trabajada en grandes parcelas sin perder un metro cuadrado hasta el horizonte; y con la sorpresa, aún más exótica, de implementos agriculturales motorizados, mecanizados, en vez de bueyes y arados de madera.
Quedan hartas vallas de piedras de los bloqueos, apenas entreabiertas para dar paso al tráfico. ¿Hasta cuando se quedarán estas piedras obstruyendo el libre tránsito? Probablemente hasta el próximo diluvio. Božka, más práctica, hace notar que, tal vez, las dejan para la próxima huelga ya. Por lo visto, los pobres huelguistas y los ricos turistas, y muchos otros segmentos de la humanidad, tienen algo en común: son todos cochinos que dejan las cosas donde les caen de las manos - y que otros lo limpien.
Poco a poco, los cerros rocosos van reafirmando su dominio y, en proporción directa, la holgura agraria va desapareciendo.
Estamos a 25 kilómetros de Potosí. Seguir viaje sería llegar a la ciudad sólo para dormir. Mejor dormir aquí, en el campo.
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Al doblar una curva, se nos mostraron de repente, y a la vez, toda la diminuta ciudad de Potosí y un cerro que no puede ser otra cosa que el famoso cerro de la plata, un ciclópeo hormiguero, a simple vista sin un grano de tierra dejado en su sitio original. Tiene una forma cónica bastante simétrica. En su pico, brilla un gran objeto circular, que sería romántico idealizar como una conmemorativa esfera de plata pero que es tan sólo una prosaica pantalla de micro-ondas.
Estamos en Potosí, la ciudad.
Se dice que, durante muchos años, Potosí fue la ciudad más grande de América, equivalente del Amsterdam o del Londres de la misma época, y con todos los refinamientos que riqueza podía brindar. Tal vez; pero, por lo que vemos, mejor que la denominación de ciudad, se le ajusta su antiguo título de Villa, si bien ya no Imperial.
La mayoría de sus iglesias, evidentemente, coloniales, mejor dicho de la época colonial, sufre de total abandono. De una, por ejemplo, queda tan sólo la fachada, con nada atrás. Una, que está siendo refaccionada y que bien se merece ser salvada, es la iglesia de San Lorenzo: tiene una fachada ricamente labrada, y, en su portal, tiene motivos "indios", más específicamente dos indiátides o sea cariátides "indias".
El portal y las "indiátides"
Incluso, hay menos habitantes que en el siglo XVII.
En esta antigua capital mundial de la plata - plata extraída con el sudor y la sangre de los paraborígenes esclavizados por los Españoles - el punto de >>>>>>>>