cobraron lo estrictamente justo y, lo que es más, hasta nos dieron el recibo correspondiente sin tener que exigírselo. Una sensación inefable, difícil de creer, pero que disfrutamos plenamente.
A pocos kilómetros de Sucre, hay la aldea de Yotala, conocida como centro de tejedores de alpaca, con telares a mano.
Resulta que no es un centro de tejedores, sino que tiene tan sólo un taller de telares, en manos de unas monjas. Y las monjas nos explicaron que sí, antiguamente tejían alpaca, pero que, últimamente, las alpacas empezaron a producir lana de fibras sintéticas debido al precio excesivo de la lana de alpaca verdadera. Así que bajaron de categoría, de lana de alpaca a fibras sintéticas, con tan sólo la añoranza del lujo de la alpaca.
Hasta ahora, el camino tuvo las mismas características difíciles del camino antes de Sucre, con, quizás, el piso un poco más parejo. Cruzamos ya muchos vados y, cada vez, apreciamos debidamente la suerte de que no había llovido y de que eran todos secos.
Pero ahora estamos parados frente a otro vado, y, felizmente, con las cuatro ruedas en tierra firme, porque allá, en el medio del vado, una desgracia ajena nos sirve de dramática advertencia, de convincente disuasión, con dos vehículos - un colectivo y una camioneta - hundidos y estancados en lo que se podría llamar no arena sino ripio movedizo. Parece que llovió, aguas arriba, esta noche, cuando, en Sucre, nosotros tuvimos solamente relámpagos; y que el caudal de las aguas aumentado por la lluvia revolvió totalmente el lecho del torrente, haciendo desaparecer por completo la huella que el tráfico había logrado establecer anteriormente. Vamos a ver cómo se las arreglan estos dos, cómo lograrán salir, y qué haremos nosotros. Y no es éste un vado común: tiene por lo menos cien metros de ancho en línea recta; pero, por lo que vemos, en línea recta es imposible ir. Si es que estos dos salen de su trampa, y si nos animamos a cruzar, por lo que vemos, habrá que ir dando vueltas, buscando las partes del vado un poco más firmes.
Bueno, ya está; con piedras colocadas a manera de calzada, y con esfuerzo mancomunado, aquellos dos salieron de su dificultad. Nos toca a nosotros la decisión de arriesgarnos o no. En doble transmisión y en baja, y recomendándonos a todos los espíritus encargados de velar por el bienestar de los viajeros, vamos.
Muy felizmente, transreptamos, no sin tensión, pero sin problemas. Calculamos que las vueltas para cruzar este vado se extienden a por lo menos 150 metros de lecho caóticamente revuelto.
"Vado feo" visto desde 400 metros encima de él
¿De qué sirve un camino, si no bueno por lo menos pasable, si un vado como éste lo puede hacer totalmente cortado e impasable?
A 70 kilómetros de Potosí, desembocamos, por una larga y ardua subida, en una planicie a unos 3.400 metros de altitud; con la exótica sorpresa de toda la >>>>>>>>