Día decimocuarto de la huelga.
Anoche, la familia naftera, que no sabía qué había pasado con nosotros, nos acogió como amigos de siempre.
Esta mañana, escuchamos por radio un comentario de que la Central Obrera, en realidad, no está buscando un arreglo para aliviar la situación de los trabajadores, sino que está exigiendo condiciones que ella misma sabe que son imposibles de satisfacer, para lograr derrocar el gobierno constitucional del país, y ello justamente a tres meses de la fecha constitucional de nuevas elecciones para renovar el gobierno de acuerdo a los deseos del electorado. Y ¿por qué, pues, quiere derrocar el gobierno ahora? Precisamente para impedir las elecciones.
Quisimos ver Bolivia. La estamos viendo.
Recién, mientras Božka se esforzaba en lograr algunas raquíticas compras en el pueblo, Karel entabló una conversación con el enfermero de la posta de sanidad. El enfermero le comentó que justamente tenía que ir a cobrar su sueldo a Cochabamba, a 128 kilómetros de aquí.
- ¡Qué barbaridad! exclamó Karel. Eso no es humano. ¿Cómo puede ser? ¡Todo >>un día perdido!
- No todo un día; tres días, o cuatro días, con los trámites para cobrar el >>sueldo; con la cola en el banco para hacerlo efectivo; con el informe >>personal que hay que presentar de las actividades de la posta; son tres o >>cuatro días; y mientras tanto corren los gastos de alojamiento, los gastos >>de comida, y no hay que olvidar el gasto del viaje ida y vuelta, todo lo >>cual se traga una importante proporción del miserable sueldo.
- ¡Absolutamente loco! ¡Criminal! ¡Increíble! le comentó Karel al enfermero. >>¿Y por qué no le mandan el sueldo en un cheque por correo, y por qué Usted >>no hace su informe en una planilla, también por correo?
- Sí, dijo el enfermero de una manera impotente, pero así es nuestro país.
Todo cuanto nos hace acordar del caso que nos contó el encargado del sitio arqueológico de Samaipata: el encargado, cada tanto, tiene que mandar a La Paz el importe de las recaudaciones, y resulta que, por más abominable e increíble que parezca, el gobierno no le reconoce el gasto de mandar las recaudaciones. El encargado tiene que pagar el gasto de su propio bolsillo, de su propio sueldo de miseria.
Hay que ver y escuchar la gente hablar con toda seriedad, sinceridad y resignación, para creer semejantes cosas.
Nos parece que la gente por aquí es demasiado mansa. El otro día, un conductor de vehículo nos comentó cómo los encargados de las hojas de ruta defraudan en grande a él y a todo el mundo.