Pero, he aquí que hace ya bastante kilómetros que estamos, a pesar del camionero, otra vez con asfalto. Nos quedamos sorprendidos otra vez, pero al revés: ¿cómo pudo habernos dicho el camionero que ya no había asfalto? Es realmente de no entender cómo la gente informa. Este asfalto fue un alto de los altibajos.
Por otra parte, estuvimos bajando bastante. Hemos bajado a menos de 2.000 metros de altitud; por primera vez en un larguísimo tiempo ya.
La vegetación, semi-desértica que es, con sus arbustos achaparrados y cactos grandes, nos parece un pequeño milagro después de tanto páramo.
El paisaje sigue muy corrugado.
Ah, otro bajo en los altibajos. Es increíble que todo este camino alguna vez haya sido asfaltado, y que el asfalto haya desaparecido tan por completo sobre tales distancias; aunque es muy creíble si uno se fija en la delgadez de la capa de asfalto, como una peladura de cebolla. Un caso de economía inicial que sale caro a la larga.
Quizás, especula Božka, un caso de carretera construida no para construir una carretera sino para glorificar una presidencia y facilitar una reelección; o un caso de elección de contratista no en base a seriedad y cumplimiento, sino en base a acomodos y coimas.
Se está terminando la tarde y estamos a todavía 35 kilómetros de camino malo de Samaipata. El aire está tibio y pesado, con humedad, como hace mucho no lo sentimos.
¡Ay, qué susto! Nos salieron de repente como 200 loros vociferantes, quién sabe de dónde, encima y delante de nosotros.
Qué diferencia - en la vegetación, la manera de vestir de la gente, el ambiente - con la austeridad del altiplano; y naturalmente, la gente misma es diferente, como de un país a otro o, mejor, como de un continente a otro.
Las grandes altitudes nos habían hecho olvidar que estamos todavía bien dentro de la zona intertropal. Hace más de un año que estamos cruzando la zona intertropal de América. Este cambio de altitud y de su ambiente nos lo hizo acordar.
Otra nube nutrida de loros. ¿Por qué se quedan juntos si siempre pelean? ¿O será ésta su manera de contarse cosas lindas?
Estamos en Samaipata. 250 kilómetros en todo un día de viaje no está tan mal, dadas las circunstancias. ¿Por qué quejarnos?
El pueblo se ve bastante amplio, sin embargo da una sensación de orden y de tranquilidad. Hasta hay un museíto de arqueología.