Lo importante es que, sí, hasta por aquí, y más lejos, anduvieron los incas y tuvieron una presencia lo suficientemente importante como para construir esta fortaleza. Lo importante también es que los incas, en sus constantes expansiones, eventualmente rebasaron las zonas cordilleranas y costeras y empezaron incursiones en los bajos amazónicos.
Justamente, no muy lejos, al noroeste de aquí, empieza su recorrido el río Beni por el cual los incas hicieron su ya mencionada expedición a la Amazonia con una flota de no menos de 500 balsas y con no menos de 10.000 hombres.
Como ya nos preguntamos anteriormente, ¿qué hubiese pasado y cómo estarían las cosas hoy con el Tahuantinsuyo si los Europeos no hubiesen venido a donde no les correspondía?
Llegamos al pueblito, mejor villorrio, de Epizana. Hay aquí uno de los peladeros. Hay aquí, también, un puesto de control de la coca, y otra dependencia de control de no entendemos bien qué. Dada la hora, estamos parados antes de meternos en el peladero, considerando la posibilidad de pernoctar ya por aquí - antes de enfrentar la barrera - y de seguir recién mañana.
Mientras tanto, se acercó un tipo a nuestro vehículo y empezó a mirar adentro por los cuatro costados. Ocurre que la gente, a veces, mira por una ventana, lo que no nos gusta pero generalmente nos aguantamos. En este caso, el tipo miraba con tanta insistencia que Karel le dijo que no nos había pedido permiso y que por favor se alejara. El se irguió y se ofendió como tan sólo un estúpido puede erguirse y ofenderse. Nos dijo que podía mirar todo lo que quería y que si abría la puerta ¿qué íbamos a hacer?
Eventualmente, después de una desagradable polémica, el estúpido nos dijo, como quien esgrime su argumento de triunfo final y aplastante, que era oficial del control de narcóticos. En contra del resultado calculado y esperado por él, no nos dejamos amedrentar y Karel le dijo sus cuatro verdades, entre otras cosas, que no teníamos por qué dejar cualquier fulano meter su nariz en nuestras cosas, y que mientras él no vestía uniforme, mientras él no se nos presentaba como oficial con su correspondiente credencial, él era para nosotros cualquier fulano o mengano como cualquier otro; después de todo lo cual, el estúpido recién nos mostró su credencial, y Karel le dijo que no necesitaba mirar adentro con la nariz pegada contra la ventana, que le iba a abrir la puerta.
Uno se pregunta qué clase de gobierno tiene semejante clase de funcionarios que andan de pantalón y camisa como cualquier hijo de vecino, y no tienen el profesionalismo, si no la inteligencia, de acercarse, decir soy oficial de tal autoridad, aquí está mi credencial, quiero tal y cual cosa. Y todavía se ofenden. ¡Increíble!
Ni fue ésta la primera tal burrada que nos aguantamos. Resulta que la mismísima estupidez tuvimos que aguantarla de parte de un oficial de >>>>>>>>>>>>>>>>