Viajando a solamente 35 kilómetros por hora para admirar mejor la hermosura de este follaje otoñal. Por doquier, colores que son simplemente fantásticos. Lástima que no sepamos nombrar sus sutilezas; quizás habría que hablar de bermejo, carmesí, damasco, bronce, canario, bordó. Quizás ni un pintor, aun sabiendo concoctarlas en su lienzo, sabría captarlas verbalmente.
Ventaja de haber empezado la Expedición en otoño - por otra parte, una necesidad para nuestro propósito de viajar sobre el océano Artico en invierno.
Ya va dos veces que tuvimos que pagar un derecho para poder utilizar la carretera - a más, claro está, de haber pagado el substancial impuesto incluido en el precio de la nafta.
En nuestros días de escuela, nos enseñaban que el peaje de caminos y puentes había sido un abuso antidemocrático de los señores de la Edad Media y se nos inculcaba que había sido una vergüenza que la gente hubiese tenido que pagar para cruzar un puente o utilizar un camino - que era una explotación del pueblo por los señores. Pero, por lo visto, ahora resulta que, en estos días modernos nuestros, pagar un peaje es la cosa más natural del mundo, algún tipo de virtud social; y seguramente que, en las escuelas de hoy, no se enseña más que pagar un peaje para utilizar un camino o un puente es un abuso de los poderes.
La delicadeza de los colores. Increíble. No hay palabra para describirlos.
Lo malo es que resulta imposible tomar fotografías: estas carreteras son cárceles, no hay manera de parar; y opciones por caminos secundarios - y, se podría esperar, menos concurridos - por ahora, no hay. Así que muchos arbustos, árboles, muchas hojas, arboledas, harían fotografías maravillosas - sin embargo, hay que seguir, y seguir; no hay manera de parar.
Y ahora, otra carretera periferal neoyorquina, con más tráfico todavía. Estamos muy ocupados nada más que con el tráfico porque hay muchas salidas y entradas. Es un dolor de cabeza. Máxime que las indicaciones viales no están siempre bien marcadas.
Aminoró el infierno vial. Hojas, hermosísimas.
Sí, fuegos artificiales, un derroche de colores con muchos tipos de amarillos, muchos tipos de naranjas, muchos tipos de rojos, muchos tipos de herrumbre, y de pardo; y todos mezclados - son los muchos tintes en cada color que crean este caleidoscopio cromático. Si bien es conocida la belleza otoñal del follaje en otras tierras también, aquí parece ser un fenómeno muy especial. Y siempre sigue imposible tomar una fotografía.
Ay, aquí a la izquierda, un lago, lago dos veces salpicado de colores - aquellos alrededor de su orilla como una cabellera, aquellos reflejados en su agua; bellísimo, bellísimo. Sin embargo, no hay manera de parar; llevados por