¿Por qué no volver en seguida a La Paz? Pero quizás mañana serán diferentes las impresiones.
A unos dos kilómetros más allá del sitio arqueológico, se encuentra el pueblo de Tiahuanaco de hoy. Se escucha por sobre la distancia el clamor de una banda hipnotizada en su perpetuum móbile de cuatro compases; con toda seguridad, otra despedida de Carnaval. Vamos a ver si hay policía para preguntar en cuanto a la seguridad personal en la zona.
Sí, policía hay, pero el puesto está cerrado. ¿Dónde está la dotación? Nos informó un vecino: "Ah, ya fueron a emborracharse. Hasta mañana, no hay policía."
Una cosa segura, en el pueblo no conviene quedarse. Vamos a pernoctar frente a las ruinas.
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Después de una noche totalmente tranquila, ningún ruido, ningún inconveniente, esta mañana, temperie, por suerte, parcialmente soleada. A visitar las ruinas.
Preguntamos a la entrada si tenían algún librito: no. ¿Un folleto? No. ¿Aunque sea un esquema en hoja suelta? No. Pregunta mos si habría carteles explicativos en las ruinas. Sí. Muy bien.
Cuatro horas de visita de las ruinas de Tiahuanaco - ocho veces más que los turistas - fueron cuatro horas de confirmación de nuestra primera impresión de anoche. Todo lo dicho queda en toda su dureza; y hay más y peor.
Es penoso revolver ofensas a la sensibilidad, pero
→ sí, las tres únicas piezas de importancia, dos estatuas y la así llamada Puerta del Sol, están, cada una, en su capullo de mallas y púas - un dolorosísimo monumento al bárbaro vandalismo turístico;
→ y sí, sobre todo, es agraviante tener que ver la absurda incongruencia entre las hileras de menhires megalíticos - de un estilo, de una edad, de una terminación, de un desgaste, grandiosos, casi salvajes - y el relleno, entre los menhires, de pequeños mezquinos bloques civilizadamente escuadrados, metidos sin gracia ni chispa para lograr un recinto cerrado artificial - o si es que realmente así era, entonces, no fue construido dicho recinto originalmente por una civilización sino por dos, los menhires por una, los bloques de relleno por otra; y aun así, a los bloques de relleno, le faltaría la auténtica pátina del tiempo, y la seriedad, si no la prolijidad, de la terminación de antaño; - y por colmo de indudable bruteza, cada menhir está desfigurado por un gran número en pintura blanca metido con brocha gorda en pleno medio de su faz de arenisca rojo oscuro. ¿Por qué esos arqueólogos no >>>>>>>>