sino la sede del gobierno. ¿Y por qué tendría que ser siempre la capital de un país la sede del gobierno? Una sutil distinción. Pero es bastante confortable, y hasta tiene dos tipos de baños públicos: unos, sucios, cerca de la entrada, y unos, limpios, un poco más lejos. Y, después de todo, es un aeropuerto de gran distinción: el más alto de la Tierra, a 4.082 metros de altitud; y por esta misma razón, con la pista más larga de la Tierra, para dar así a los aviones la posibilidad de compensar por la dilución del aire a esta altitud.
Visitando el aeropuerto, también reestablecimos contacto con los estereotipos de la gloriosa manada universal.
./ Otra vez, gente tratando de darse aires - si esta palabra no fuese tan inapropiada, hablando de humo - o, simplemente, abyectamente subyugada por su vicio, fumando, y molestando desconsideradamente a sus vecinos. Es una rareza ver fumar un paraborigen, y cuando mastica su coca, por lo menos no molesta a sus prójimos.
./ Y esas centelleantes revistas de circulación mundial; la perfecta réplica y re-edición de sí mismas de años atrás: cocaína, terror, Medio-Oriente, chismes y bravados de los mismos potentados. ¡Qué poco cambian las pequeñeces de esta Tierra!
Siguiendo por la llanura del altiplano hacia el núcleo urbano de La Paz, de repente se ahondó delante de nosotros un multikilométrico calderón, todo tapizado de una delgada capa de edificios bajos, salvo una columna vertebral de rascanubes, o casi rascanubes, marcando lo más bajo del fondo. Es La Paz. Difiere de Quito, porque Quito está estirado a lo largo de un valle, mientras que La Paz está concentrada más circularmente en su hueco.
Para llegar a La Paz, la única manera, pues, es bajar. Bajamos bastante, del altiplano al fondo de la hondonada: 450 metros.
No vamos a visitar La Paz ahora, vamos a visitar un mercado para rellenar la pulpería, después de las limitaciones de Copacabana. Puestos callejeros, con las mujeres indígenas sentadas en el suelo, en el mismo estilo y con la misma mercadería que en Copacabana, hay bastante, pero bastante trabajo nos costó encontrar un mercado de verdad.
Cuando Božka se fue a hacer las compras, Karel prendió la radio para la habitual exploración de nuevos horizontes. Justito dio con las primeras notas del concierto en re menor para piano de Brahms. Escuchó todito, y escuchó al locutor: "Señoras y Señores, gracias por su amable sintonía, y será hasta nuestro próximo concierto de música selecta, dentro de una semana a la misma hora." Si es ésta la dieta paceña de música clásica, no habla muy bien de la cultura de La Paz.
Era nuestra intención seguir viaje hoy mismo hacia la doble meta del pueblo de Laja y de las famosas y, según se dice, misteriosas, ruinas de Tiahuanaco; pero será más cómodo pasar la noche aquí, en el aeropuerto, y seguir viaje >>>>>>>>