En este contexto topográfico, probablemente un espectáculo de una complejidad más imprevisiblemente cautivante que un despertar de Sol.
Golpe de alarma. Los turistas de hoy. Todavía no llegaron. Pero se acerca la hora. Van a llegar. Nosotros, a recorrer las ruinas otra vez antes de que lleguen.
En verdad, no hay otra cosa de lo que vimos ayer. No descubrimos una poción, un elixir, mágicos para elevar las ruinas al nivel de su fama.
Sí, el paisaje es impresionante
Si se trompetea la magnificencia de Machu Pijrchu como sitio pintoresco, entonces, sí, es hermoso - solamente queda por decidir si vale la pena del viaje; pero si se trompetea la magnificencia de Machu Pijrchu como ruinas incaicas, que es lo que se hace, entonces es un atropello a la gloria de la cantería incaica y un descarriamiento del público porque los verdaderos exponentes del arte de la cantería incaica están en otras partes.
¿Será que lo malo de esas otras partes, se nos ocurre - del punto de vista de la industria turística - es que son demasiado accesibles y no permiten sangrar tanto al turista?
Irrumpió el alud de turistas.
Un aspecto de Machu Pijrchu con casi tanta aura como las ruinas mismas es su descubrimiento por Hiram Bingham, en 1911. Qué hazaña extraordinaria se considera descubrir semejantes ruinas en lugar tan románticamente recóndito.
Y sin duda deben de haber sido fascinantes para Hiram Bingham los progresivos descubrimientos posteriores ampliando el significado del primer contacto. Pero es este primer contacto que, en la usanza común, se llama el descubrimiento. Y para este primer contacto, la fórmula fue bastante simple:
- haberse enterado, por diligencia o suerte, o ambas, de que ya casi 40 años antes, en 1875, Charles Wiener había recogido rumores de la existencia de ruinas no ordinarias en cierta ubicación general;
- tener el aguante para seguir caminando en condiciones difíciles; y
- tener la persistencia para seguir inquiriendo entre pobladores en cuanto a posibles ruinas.
Así, un campesino llevó a Bingham a otro campesino, y mientras los dos campesinos se daban las últimas noticias, el hijito de este segundo campesino llevó al forastero visitante a ver unas ruinas, y así Hiram Bingham "descubrió" Machu Pijrchu. Algo como Balboa "descubriendo" el océano Pacífico porque los paraborígenes le habían dicho, anticipado, y repetido, que ahí estaba, y también lo acompañaron en el "descubrimiento".