Empezó a las tres de la noche, con un despertador; pero no el nuestro, un despertador de truenos y relámpagos; y empezó a llover, como para amargarnos la vida y no dejarnos dormir. Eventualmente, contra toda esperanza, la lluvia desapareció, momentos antes de que sonara el otro despertador, el nuestro, a las cinco. Nos levantamos con la indecible sorpresa de un cielo estrellado, ¡y con qué alivio!
El viaje por tren, de tres horas, fue largo, cansador, sacudido y aburrido, con el único interés, en la primera parte del trayecto, de una línea férrea doblándose sobre sí misma continuamente como fideo, para vencer una topografía muy convulsionada. Esta, a veces, no da lugar ni para curvas; el tren tiene que hacer vaivenes de marcha adelante y atrás para ir bajando o subiendo.
El final del viaje por tren no es el final del viaje. Dolorosamente, todos los pasajeros tienen que transbordar a microbuses para la subida desde el fondo del cañón del río Urubamba hasta la altura de las ruinas; y más dolorosamente, por culpa de una organización inepta, no hay suficientes microbuses para embarcar el pasaje de todo el tren, de manera que, ni siquiera se detiene el tren, ocurre una corrida pánica por los avivados hacia los micros. Y aquellos que no saben, o que no tienen piernas con alas, se encuentran haciendo cola, cuarenta minutos, parados, esperando el regreso de los micros. Lindo desprecio del público; total, ya pagó, que aguante.
En cuanto a las famosas, fabulosas, gloriosas, legendarias, ruinas de Machu Pijrchu, pues se fueron a la lista de cosas que no nos interesaría ver otra vez.
A quien gusta música bombástica, probablemente encantará Machu Pijrchu. A quien gustan fáciles diversiones a gran espectáculo para las masas, probablemente impresionará Machu Pijrchu. Por ello, y por la empeñosa propaganda que produjo y sostiene la mística, tiene Machu Pijrchu tanto éxito. Pero nosotros hemos visto demasiados sitios arqueológicos, en el Perú mismo, con sutileza, con expresión artística, con perfección técnica - de todo lo cual no hay nada en Machu Pijrchu - para dejarnos arrastrar por la Machu Pijrchulatría colectiva.
Y no hay que dejarse intimidar y confundir por denominaciones de pura especulación, cuando no invención, como el Palacio de la Princesa, la Tumba Real, el Sector Real, el Sector Sagrado, el Templo de las Tres Ventanas, el Templo Principal, el Templo del Cóndor, el Sector Intelectual, el Sector Industrial, y otros. Sugieren contextos que simplemente no se verifican en la realidad. El Palacio de la Princesa no es un palacio, y no se sabe si fue una princesa o un sacerdote o cualquier otro personaje que vivió en este recinto. El mausoleo de la Tumba Real es no mucho más que una cueva. El Sector Real no tiene la suntuosidad que se podría esperar. El Templo de las Tres Ventanas se reduce a una pared con tres ventanas trapezoidales de muy modesta factura en comparación con tantos casos de magnífica cantería incaica que ya admiramos. >>>>>>>>