> Hay que precaverse contra una ilusión de ilusión
óptica.
Se ve, a veces, en publicaciones, fotografías de algo
como si fueran cosmodromos, con la punta más cercana
al observador substancialmente más ancha, y la punta
más alejada, más angosta, dando una perspectiva de
impresionante longitud.
Pero en la realidad, la extremidad más ancha en la
fotografía es físicamente más ancha en el terreno,
y la más angosta es físicamente más angosta, y la
longitud es mucho menos de lo que parece en la
fotografía bajo la ilusión de la supuesta ilusión
óptica.
> En cuanto a la realización de los geoglifos, tanto biomorfos como geométricos, no hace falta ninguna herramienta, no hace falta cavar, no hace falta levantar terracería. Es que el desierto donde se encuentran los geoglifos no es un desierto de arena como los demás desiertos que estuvimos atravesando hasta ahora; es un desierto muy densamente alfombrado de piedras, de manera que, sacando la cobertura de piedras, piedra por piedra, a manos limpias, aparece el substrato, de otro color y de otra textura, y se crea, por el contraste, el geoglifo, con, además, su contorno, o parte de su contorno, destacado por las piedras reunidas y depositadas en el lugar más cercano, que es el contorno. Esta circunstancia explica por qué un geoglifo arruinado es un geoglifo literalmente di-lapidado, un geoglifo con las piedras que tendrían que servirle de fondo contrastante, fuera de sus lugares.
> Esta misma circunstancia de las piedras cambiadas de lugar como única técnica necesaria, abre la puerta a dos posibilidades.
• La posibilidad de que, quizás, durante la ejecución de los geoglifos, si el dibujo se desarrollaba de manera indeseada, se podía corregir el desvío simplemente reponiendo algunas piedras en sus lugares.
•• La posibilidad de que, quizás, hoy sería factible restaurar los geoglifos víctimas del vandalismo de las cabecitas demasiado vacías para mostrar >>>>>>>> >>>>>>>>