desierto, la atmósfera es más apacible en las primeras horas del día, y luego cada vez más turbulenta con el aumento del calor de los rayos solares.
Un fuerte viento lateral barre arena a través de la calzada. Esta, por otra parte, es bastante buena. A veces, el viento levanta la arena en cortinas tan densas que tapan la visibilidad, como si fuera niebla.
Estamos acercándonos al pueblo de Palpa. Aquí ya empieza la zona de los geoglifos conocidos por el nombre de Nasca. Es que, si bien la zona de los geoglifos se extiende hasta incluir marginalmente tanto Palpa como Nasca, los geoglifos más numerosos y más interesantes se amontonan dentro de la mitad de la zona más cerca de Nasca.
Y ahora, kilómetro 419 de la mítica carretera panamericana, calculado desde Lima. Costeando el bulto de los geoglifos. No hay duda al respecto: un gran cartel prohibe desviarse de la carretera por el desierto, ni siquiera caminando - bajo pena de una cuantiosa multa, cinco años de cárcel, y decomiso del vehículo.
Y bien está así. Se había vuelto notorio, en los últimos años, el lastimoso grado de deterioro de las líneas y de los dibujos, bajo los pies y las ruedas de cohortes de turistas faltos de las más mínimas responsabilidad y sensibilidad. ¿Y qué se puede esperar de una raza dedicada a escribir sus nombres en los lugares más dignos de reverencia y a largar su basura donde le cae de la mano?
No lejos del cartel de prohibición, hay feliz- y lógicamente un mirador para poder observar los dibujos más cercanos. Vamos a subir.
Resultado: la verdad es que los dibujos que se ve desde el mirador no son gran cosa. Se ve mejor, del lado opuesto de la carretera, embadurnada en las rocas de un cerro, una ... propaganda política.
Incidentalmente, es increíble cómo los partidos políticos arruinan y profanan para siempre laderas de cerros y otros lugares similares con sus mensajes políticos. Si nosotros tuviéramos que votar, automáticamente eliminaríamos de nuestra consideración al candidato que permite, o no es capaz de impedir, semejantes desmanes contra la naturaleza, contra el bien público de todo el mundo, y contra la estética, porque tal candidato seguramente no se merece gobernar un país. Tendría que haber una ley excluyendo automáticamente de las elecciones cualquier candidato que no sabe dominar su propio partido para evitar semejantes agravios.
Volviendo a las líneas de Nasca, lo que vimos desde el mirador, de repente nos hace dudar si realmente vale la pena verlas desde un avión. Fama tienen, pero fama no nos impresiona. Más nos guía nuestro juicio propio.