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Estamos viajando en este momento hacia nuestra próxima meta, que es el territorio paraborigen de Onondaga. La carretera está salpicada de nieve seca. La zona es agrícola sin mayor personalidad. La carretera es del tipo bueno, utilitario.

Estaremos viajando todo el día de hoy, y el de mañana, por lo que era, otrora, territorio de los Estados Unidos de Iroquoia.

Sin relación con lo anterior, y sin razón aparente, nos comentamos la rica leche tibia que pudimos beber en la estación experimental de Ottawa, y con la certeza de que nadie le había echado la mano para adulterarla. Nos hace recordar del tiempo cuando nosotros teníamos nuestras vacas propias y podíamos deleitarnos con esta delicia todos los días del año, con la característica adicional de que, como se ordeñaba a mano, la leche, además, tenía espuma, mientras que aquí, con el ordeñe mecánico, no había tal espuma.

En nuestro viaje hacia Onondaga, no cubrimos la distancia que deseábamos cubrir y que podríamos haber cubierto en otras circunstancias; por la nieve helada en el pavimento, no se pudo viajar sino con cautela. Así que pasaremos la noche a mitad del camino.

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Esta mañana, despertamos con una criotura de -5 grados adentro del vehículo y -16 grados afuera. En realidad, las experiencias que estamos teniendo con nieve y con frío, especialmente el frío nocturno en el coche, nos sirven de anticipo, a nivel experimental, de lo que nos espera más adelante, más al norte, y nos da la oportunidad de analizar la situación y decidir si realmente nos queremos enfrentar con el frío ártico, y, en caso afirmativo, si estamos preparados adecuadamente.

Hoy, echamos a andar cuando todavía era de noche alrededor de nosotros, con solamente el impalpable indicio detrás del horizonte de las primeras promesas de tinte apenas rosado del Sol despertándose; pero, de ello, ya hace cincuenta minutos, y el Sol todavía no decidió asomar la nariz por encima del horizonte.

En este preciso momento, estamos viajando en la vecindad del lago llamado Oneida, un recordatorio, como los hay muchísimos, de que estamos viajando por territorio iroqués.

Llegamos a Onondaga.

Uno de los sachems, con el cual habíamos tenido contactos anteriores, no está. Pero pudimos hablar con una de las matriarcas.

Ella nos habló de la lucha continua para lograr que el gobierno de Washington respete los tratados firmados con la Confederación Iroquesa.  Como nos dijo,