reino de Dios interpretado por los Dominicos. Agua, fuego, descoyuntamiento, todo servía.
En el renglón del fuego, en casos posiblemente salvables, se le asaba la planta de los pies al infeliz, embadurnándolas con grasa como un verdadero asado hasta que la víctima se doblegaba o moría; en casos irremediables, ni se le daba esta oportunidad al reo sino que se lo quemaba entero y vivo, sin más.
En el renglón del descoyuntamiento, en casos considerados salvables, se aplicaba a la víctima sólo una paulatina dislocación de sus cuatro miembros, piernas y brazos, del cuerpo, por un lento movimiento de poleas, para darle tiempo de decir y hacer, lo que tenía que decir y hacer, para salvarse; en casos considerados irremediables, se descoyuntaba la víctima de una sola vez, colgándola por los brazos atados en la espalda, colgándole un peso de 100 libras en los pies, dejándola caer, y parando la caída abruptamente por una soga demasiado corta.
La tortura por agua era entre las benévolas, y también le daba a la víctima tiempo para decir y hacer, lo que tenía que decir y hacer, para salvarse; se ataba la víctima en una mesa, boca arriba, se le tapaba la nariz, y se le vertía agua en la boca, que la víctima no tenía otro remedio que tragar para poder respirar; y se seguía virtiendo agua en la boca hasta que la víctima, eventualmente, no tenía más a dónde tragarla y se iba asfixiando con el agua en la boca y la garganta.
Todo lo anterior, ejecutado por verdugos uniformados y encapuchados en completo anonimato, haciéndolo todo todavía más siniestro; y todo bajo la invocación, tallada en letras mayúsculas en una viga de madera, de Ave Marya Purysyma.
Tenían realmente suerte aquellos que sólo recibían 100 azotes, ó 200 ó 300 azotes, en la plaza pública y se veían confiscado un porcentaje - por ejemplo un tercio - de sus bienes.
Hay que reconocer que la Inquisición no era todo tortura indiscriminada.
- Por ejemplo, aquello de confiscarle a una persona un cierto porcentaje de sus bienes parece más justo que imponerle una multa fija porque la confiscación se ajusta automáticamente a la posición económica de la persona y no castiga en mayor proporción al pobre que al rico como lo hace una multa fija.
- También, la Inquisición tenía un procedimiento de desagravio; si eventualmente se encontraba que una víctima había sido castigada injustamente, para su desagravio se la paseaba por la calle - en persona si todavía estaba en vida, o en forma de un muñeco si ya había muerto - vestida de blanco, en un caballo blanco, con laureles en la mano; en contraste, hoy en día, una persona condenada por error y luego rehabilitada no tiene esta satisfacción pública.