el dólar vespucciano no rinde cada día más soles peruanos, sino que, al contrario, vale un poco menos. Lo puramente lógico, pocos días después de las elecciones presidenciales en Vespuccia, cuando, por fin, hay que desinflar la gloriosa imagen de la economía vespucciana que se pintaba antes de las elecciones, la efímera razón no aparente a simple vista.
║ Hay que repetirlo. Es increíble la ignorancia de la gente del nombre de las calles. Es increíble la falta de carteles de nombres de calles. Es increíble la perfecta ineptitud de la gente para dar direcciones. Es increíble el montón de aclaraciones que hay que pedirles. "Momentito ¿por aquí derecho o doblando a la derecha? Bueno, ¿y cuántas cuadras? Bueno, ¿y después, doblo a la izquierda o a la derecha?" Ya que para ellos todo es "de frente par'arriba" o "de frente par'abajo", que haya que doblar, o no doblar, o hacer cualquier otra cosa.
\LM/ Fuimos al Museo de Ciencias Naturales. Notable por su ejemplar de un >>>>>>pez-sol. Por lo visto, es lo único que lo hace notable, porque, por otra parte, es el tipo de museo antiguo que parece diseñado para repeler a todos salvo aquellos con la llama sagrada.
El pez-sol, que también se llama pez-luna, pero que se podría llamar cualquier otra cosa, porque no se parece ni al Sol ni a la Luna, tiene una forma evidentemente inhabitual, pero no más inhabitual que un pez-tamborín, o un pez-erizo, o un pez-cofre, con los cuales incluso tiene un parentesco.
Este ejemplar ni siquiera se puede ver como estaba; empezó a deteriorarse y el museo no encontró otra solución que cubrirlo de una capa de yeso. Así que, ahora, parece que hay que ir al Japón para ver el otro ejemplar conocido en los museos de la Tierra.
En los mares, hay bastante; viven a grandes profundidades, si bien suelen venir a la superficie, y hasta saben saltar ágilmente sobre el agua, a pesar de su tamaño: este ejemplar mide 2,38 metros de largo y 2,90 metros de alto, incluyendo la aleta inferior y la aleta superior; y su peso es de una tonelada y media.
En este museo, tuvimos otra indisciplina de horario: cuando llegamos a las 10, hora de apertura, tuvimos que esperar, en total ignorancia de lo que iba a pasar, hasta las 10:20, para que se nos dijera, y a las otras personas esperando, por entre la reja cerrada, que dentro de un ratito - entiéndase alguna duración de tiempo totalmente indefinida - ya se iba a abrir la puerta.
Este museo, no hubo otro remedio que visitarlo cada uno por separado, mientras el otro vigilaba el coche. Conocíamos los peligros del barrio, ya que el museo se encuentra a cinco cuadras del dormitorio donde vimos tantas cosas ocurrir, y no hubo oportunidad de hacer vigilar el coche de manera responsable. Nada agradable, pero muy necesario.