A más del interés de la música como tal, también nos resultaron interesantes la coexistencia, y el contraste, entre el estado deplorable, bueno, deplorable según como se mire, pero ciertamente primitivo, de la habitación, y el tiempo que ese hombre se pasaba - en preferencia a mejorar la habitación - con la construcción esmerada de sus arpas, con el estudio por oído de la música, y con la ejecución de la música. Muy interesante.
Hicimos lo totalmente único: nos tomamos una gaseosa, o quizás dos; pero también muy único fue poder grabar el ritmo de los huaynos en las sonoridades del arpa mágica.
Cerca de aquí, hay un cerro que no está en la lista de atracciones turísticas pero que, para el Perú, tiene gran interés histórico: el cerro Pan de Azúcar donde fue disuelta la confederación que existió en el siglo XIX, de 1836 a 1839, entre el Perú y el Alto Perú, o sea entre el Perú y Bolivia, disuelta por intervenciones extranjeras, naturalmente; las cosas no cambian mucho, parece.
En el mismo orden de interés patriótico, en Huaraz, estuvimos cruzando pisadas otra vez con el Venezolano Simón Bolívar, porque fue allí que estableció su cuartel para hacer realidad en 1824 la independencia nacional del Perú proclamada en 1821 por el Argentino José de San Martín.
Siguiendo hacia el pueblo de Caraz, se nos cristaliza cada vez más la impresión de que todas las varias cimas blancas que bordean de un lado este amplio valle que no podemos llamar callejón son piezas de museo, o sea alejadas de cualquier comunicación con el observador. Sería mejor que tuvieran 2.000 ó 3.000 metros menos y se encuentren más en comunicación con el observador. Así como están, sin juego de palabra, resultan lejanas y frías.
Sin embargo, y sin que ello cambie en algo la susodicha impresión general, acercándonos ahora a Caraz, con la primera obscuridad expandiéndose por el valle, tenemos una magnífica vista de la cima del Huandoy - del nevado Huandoy, por favor - espléndidamente iluminada por los rayos horizontales del Sol poniente: un verdadero diamante, por la blancura y los recortes de la silueta.
Estamos en Caraz, y aquí vamos a pasar la noche. A primera vista, un pueblo más simpático y llevadero que Huaraz.
En este preciso momento, de donde estamos estacionados en la Plaza de Armas, tenemos la suerte de seguir viendo el Huandoy cambiando poco a poco de una blancura resplandeciente a un rojizo pálido; y siguiendo cambiando a más obscuro conforme se va el Sol.
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