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Fuera de constatar esta presencia de rasgos artísticos afines sobre dicha gran área, tanto en edificios, como en esculturas - desde gigantes, de piedras, hasta miniaturas, de turquesa - como en alfarería de destacadas formas y hermosos colores, como en artesanía de metales, bien poco se sabe del imperio artístico huari.

|→ Parece que empezó, mucho antes del principio del imperio de los incas, por lo tanto, también mucho antes del principio de los Chimúes, un poco después del inicio de los Mochicas, y contemporáneamente con la cultura tiahuanaquense de, justamente, la punta sur del lago Titicaca (hoy, del lado boliviano del lago) contemporaneidad que es causa de uno de los grandes enredos de la arqueología peruano-boliviana; pero esto está demasiado enredado para nosotros en este momento.

| Parece que creció al mismo tiempo que crecían los Mochicas y Tiahuanaco; llegando a ramificarse en este asombroso abanico:

              Huari-norte A,      Huari-Santa       Huari-Lima,
              Huari-norte B,      Huari-Virú,       Huari-sur A,
              Huari Lambayeque,   Huari-norte C,    Huari-sur B,
              Huari-Cajamarca,    Huari-centro A,   Huari-Nazca,
              Huari-Mochica,      Huari-centro B,   Huari-Chanca,
                                                    Huari-Arequipa.

|→ Parece que se desvaneció justo antes del principo de los Chimúes, y por lo tanto también, del inicio de los incas - lo que puede ser contemporáneamente ya sea justo con la última fase de los Mochicas o como parte del período de margen entre Mochicas y Chimúes, si lo hubo, según ya vimos.

Todo lo anterior, con el necesario margen de elasticidad de buen gusto en arqueología peruana.

Otra manera de reseñar la cultura huari es decir: durante ocho siglos, hasta 800 d.C., formó su propia cultura; luego, durante cinco siglos, hasta 1300, expandió su influencia.

Pero lo esencial para nosotros es que el imperio incaico no es un fenómeno maravillosamente crecido de la nada, y en la nada, sino que es el último de cuatro procesos de aglutinación y de emparejamiento a lo largo de esta cordillera de los Andes.

Notamos en este Huilcahuain, como ya notamos en Sechín, que a los Peruanos no les importa agringarse hasta en la ortografía de sus propios sitios arqueológicos.  Al contrario, parecen buscarlo.

En Sechín, vimos la palabra Tiahuanaco escrita Tiawanacu, como si la "w" fuese parte del espíritu del idioma castellano y tuviese la pronunciación castellana "u", y como si el castellano necesitase escribir una "u" para pronunciar una "o". Y aquí, se escribe Huilcahuain corrientemente Wilkawain; y como hasta lo malo no lo pueden hacer bien, también lo vimos escrito de manera bastarda Wilkahuain.