Pero - ¿para tanto barro, hacía falta agua en este desierto? Ningún problema. Los Chimúes tenían un canal trayendo agua desde el río Chicana; el mismo río de donde los Mochicas ya habían estado sacando agua en la zona de Chocope-Ascope para sus propios riegos.
Vimos una cisterna cavada en el suelo, de dimensiones tan imponentes en hondura como lo demás en altura, y con restos de su forrado de piedras.
De manera más general, siempre tuvo que haber agua en esta zona del desierto; aunque solamente para beber haya sido. Toda esta zona estuvo poblada, continuamente, desde hace por lo menos 3.000 años; y, por lo menos esporádicamente, desde hace mucho más: hace unos 10.000 años, se comía mastodonte en esta zona.
En toda esta multiplicidad y variedad de utilización de adobe, tanto para muros gruesos como para detalles finos, no hay una sola escalera, un solo escalón. Ni los Chimúes podrían haber construido escalones prácticos y duraderos de adobe. Cuando hay que caminar de un nivel a otro, siempre se hace por medio de rampas de acceso.
En Chan Chan, no había solamente barro, aun cuando de destino exaltado. También había esplendor del tradicional, incluyendo piedras preciosas, coral, oro, cerámica.
Hablando de oro, parece que se descubrió también artefactos de cobre dorados - lo que, así como en Colombia, naturalmente es tema dilecto para los cultores de electrólisis en América precolonense, y se merece los mismos comentarios que en Colombia.
Hablando de objetos dorados y plateados a la colombiana - mejor dicho pre-colombiana - y hablando de coral, se llega al tema mucho más palatable aun para los más sobrios académicos de que Chan Chan era también el único gran centro metropolitano de América al borde del mar; y fácilmente fue el mayor puerto precolonense de Sudamérica, si no de toda América.
Dicho todo lo anterior de otra manera, parece que, al anexar el incario a los Chimúes, los propios incas se quedaron maravillados ante un esplendor mayor que el de Cusco. Nada saquearon, empero.
De saquear se encargaron más tarde los Españoles, por medio de verdaderas operaciones de minería en gran escala por los montículos de adobe llovido.
Vimos, también en lugar apartado fuera del circuito habitual, un sitio bastante amplio lleno de montones de escorias de fundición de oro, pero se trata más probablemente de la fundición profanadora y ladrona de los Españoles que de una fundición creativa de los Chimúes.