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  cuando estamos pasando? Justamente, ya hay pequeños deslizamientos de >>>piedras y tierra desde la ladera sobre el camino; en pequeña escala por >>>ahora, pero ¿por qué exponerse a un derrumbe grande justo en el momento de >>>nuestro paso?  No, el consejo no fue bueno, y hubiese sido mejor esperar.

• Sigue lloviendo, sigue la cornisa.
• El camino se volvió, si queremos tomar la cosa con humor, de doble tráfico: >>hacia abajo, se precipita una correntada de agua que va creciendo con cada >>minuto de lluvia, y a contra-corriente estamos subiendo nosotros.  Bastante >>tensa, la situación.
• Salimos de la cornisa a un terreno abierto. No más precipicio, no más pared; >>parece el lomo de la cordillera - no, perdón, el lomo de esta cordería.
• 3.200 metros de altitud.  Incluso, dejó de llover.  Justo fue lo peor de la >>lluvia en lo peor de la cornisa.
• Como para premiarnos, se abrió una brecha en las nubes debajo de nosotros >>para dejarnos entrever la cuenca de donde venimos, allá, lejísimos, abajo. >>Tremendo.
• Apenas pasos más lejos, el terreno abierto se inclina hacia abajo, mostrando >>la otra faz de esta cordería de la Cordillera.  Lejísimos abajo, vemos muy >>inesperadamente nuestra meta de hoy, Celendín.

Fin de garabatos - más o menos reconstituidos.

Celendín, visto así desde arriba, allá muy abajo a quizás 500 metros de profundidad, ocupando un cuarto o quizás un tercio de su limitada cuenca fértil rodeada por cerros incultivables, es, se impone, como una vívida y triste ilustración de lo que ya pasó, y en gran escala, en muchos sitios; y sigue pasando, a pesar de su insensatez: la desaparición de tierras fértiles debajo de cemento, piedras y asfalto. Cuando se asentaron los primeros pobladores, tenían, para sus escasas bocas, la totalidad de la tierra cultivable; pero ahora, para alimentar miles de bocas, queda no más que una fracción de aquella tierra cultivable; lo demás está debajo de las casas, debajo de las calles. Si las cosas siguen así, algún día habrá tanta gente y tan poca tierra cultivable que para almuerzo se servirá asfalto, y para cena, cemento.

A bajar a Celendín.

Ahora, visto por dentro, Celendín es el primer pueblo chico agradable que encontramos en el Perú: casas pintadas - y a varios colores, calles limpias, una plaza central con árboles tallados y una linda fuente; también, una prolija iglesia. Los árboles tallados tienen su estilo propio: mientras que, en general, y así pasó en Guadalajara, y así pasó en Tulcán, los árboles o arbustos tallados siempre buscan una forma compacta donde el tronco y las ramas están totalmente escondidos, aquí, en Celendín, todo al contrario, los troncos y las ramas juegan un papel importante en las esculturas déndricas, topiarias.  Y los niños, alivio de alivios, saben guardar sus distancias.