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\_ De todos modos, así como estábamos parados en la obscuridad, sin atrevernos a dar un solo pasito en ninguna dirección, apareció, como un ángel guardián mandado para salvarnos, viniendo quién sabe de dónde hacia el pueblo, una mujer con una linterna.

Diez minutos más tarde, estábamos en el pueblo. Qué alivio, qué delicia, cuando empezamos a tambalearnos por la llanura de las calles. Cuando abrimos la puerta del vehículo, creímos que no seríamos capaces de subir al asiento.

Un ingrediente que falta para darle a lo antedicho su verdadera dimensión requiere un pequeño cálculo. El pueblo de El Tingo se encuentra a 1.800 metros de altitud, la ruina de Cuélap, a 3.000 metros; subimos, y luego también bajamos, pues, 1.200 metros verticales, por una escarpada senda de cabra, en condiciones ambientales que hicieron mucho peor lo que, en buenas condiciones, hubiese sido malo.

/\ En cuanto a lo visto, ahora, ¿valió la pena? - sin tomar en cuenta las circunstancias accidentales como la lluvia, y considerando solamente los elementos permanentes, como la increíble carretera para llegar de la costa a El Tingo, y luego la muy ardua subida y su bajada.

La contestación será según se trate de una visita como finalidad propia, como interés limitado a sí mismo, o de una visita asociada con una perspectiva más amplia, ya sea arqueológica o quizás otra, de la cual Cuélap sería solamente un ingrediente.

En el caso de una visita ensimismada, ciertamente no, no vale la pena todo lo aguantado. No es que las ruinas de Cuélap no tengan interés; tienen interés y tienen mucho interés, pero hay demasiadas cosas interesantes y hermosas en otras partes del mundo, y más accesibles, para no romperse el alma llegando hasta las ruinas de Cuélap.

En el caso de una visita incrustada en una inquietud más amplia, como en el caso nuestro dentro del marco de esta Expedición, si, además, tomamos en cuenta que el increíble viaje de la costa hasta El Tingo, en el cual nos encontramos enredados sin habérnoslo propuesto, trajo sus propios intereses, y si tomamos en cuenta que visitamos ya y visitaremos otros sitios arqueológicos, con el interés adicional de las comparaciones, en tal caso, creemos que faltaría a esta Expedición el haber visto estas ruinas. Pues, sí, valió, nos valió, la pena.

El primer contacto visual, que es desde lejos, con las ruinas es mediocre para no decir decepcionante; se ve en la distancia lo que muy bien podría ser una estratificación de muchas capas geológicas encimadas horizontalmente y seccionadas verticalmente - como justamente ya vimos varias durante el viaje desde la costa hacia aquí - una estratificación que se pierde en la inmensidad de la Cordillera.