Teoría para el origen de los ranchos de adobe pintados: ¿no podría ser por haber visto sus habitantes ranchos de los coloridos naturalmente, y hasta inevitablemente, por el color de la tierra misma de su adobe, como vimos nosotros, y por haber sido así impulsados - quizás por estética inspirada o quizás por vanidad ofendida - a colorear sus propios ranchos?
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Pasaron tres días desde que dormimos en Chilete.
Mañana o pasado mañana, podremos decir si somos genios con perseverancia, persistencia, paciencia, chispa, empeño, abnegación, determinación, visión, o si somos lastimosos infelices, tercos y sin remedio. Y ni siquiera depende de nosotros. Si las ruinas de Cuélap resultan en la realidad lo que parecen ser en teoría, seremos genios con todos los susodichos atributos, por haber vencido uno a uno todos los obstáculos a pesar de las dudas acumuladas a cada paso. Si las ruinas de Cuélap resultan sin interés, seremos desdeniables infelices sin criterio por habernos metido en semejante enredo.
La pura verdad, por otra parte, es que, resulten como resultaren las ruinas, las dos experiencias que acumulamos en camino en estos tres días pasados, experiencias que nos tardará digerir, nos valen - a posteriori, hay que reconocer y subrayar - nos valen la pena de lo aguantado. A posteriori, porque, hasta este punto mismo, cada paso que dimos fue empezado en base a una información que resultó falsa o inexistente, y terminado con la más pesada duda en cuanto a seguir o volver - hasta que no se pudo hablar más de volver, como no se puede hablar de ir al infierno.
<♦> Primera experiencia. La absoluta, total e increíble incapacidad de la gente de observar, detallar, analizar, sintetizar y transmitir algo tan simple como el estado de un camino.
Para empezar por el principio, en el primer día después de la noche en Chilete, recorrimos, sin más aventuras que los imprevisibles, e invisibles, pero asesinos, desperfectos del asfalto peruano, todo el asfalto hasta el pueblo de Olmos. Al descubrir allí, para nuestra indecible sorpresa y alegría, que el pavimento seguía más allá, quisimos, como era solamente natural y humano, averiguar hasta dónde seguía dicha cinta bendita con reticencias.
Es de ahí, y a cada paso de ahí en adelante, que nos enfrentamos con la bovinidad humana y nos fuimos hundiendo en sus consecuencias. Si hubiésemos sabido de antemano qué variedad de informaciones falsas, confusas, nos esperaba, hubiésemos anotado cada una de las respuestas como una única pieza de museo, o quizás como base para un estudio psicológico de la increíble incapacidad, como ya dicho, de observar, detallar, analizar, sintetizar y >>>>>>>>