de ellos empezaron a preocuparse nuevamente por la desgracia del pueblo; eventualmente, la chispa de la tradición incaica empezó a brillar nuevamente, hasta que hubo nuevamente rebeliones - curiosamente, quizás como único caso, dirigidas por los acomodados a favor de los desamparados - hasta que un Condorcanqui, afligido de nombres españoles, como no podía ser de otra manera, José Gabriel, se proclamó descendiente de Tupac Amarú, el último de los cuatro neo-incas de Vilcabamba, tomó el nombre de Tupac Amarú II, y puso Cuzco bajo sitio en 1781 ... casi 250 años después de la perfidia de Cajamarca, y ¡tan sólo 40 años antes del derrocamiento de los Españoles colonialistas por los Españoles - o será ex-Españoles - republicanos! Tres años hizo falta para aplastar este nuevo levantamiento, neo-neo incaico.
E increíblemente, hasta entre los republicanos, la palabra mágica siguió caminando. Aun en el siglo XIX, el propio Bolívar sugiría algún tipo de monarquía con el monarca llamado inca y no rey; y el general Belgrano de Argentina recomendó la restauración del imperio incaico, si bien como monarquía constitucional.
♦♦♦ Necesitamos condensar una reseña de los acontecimientos desde Pizarro en Panamá hasta aquí mismo. Hasta le tenemos un título.
IMPERIO EN OCASO
Los Españoles están recién en el Darién. Y no saben qué hay más allá - si es que hay algo más allá, y en qué dirección.
Los paraborígenes, en su ansia de sacarse de encima esos intrusos sedientes de oro, les dicen que oro sí hay - pero no donde están ahora sino siempre más allá de la otra loma o del otro río.
Entre estos rumores, un rumor se hace más insistente: a algunos días de navegación por la mar del sur, hay un muy rico y muy gran imperio - algo diferente de todos los pequeños rumores locales.
Vasco Núñez de Balboa, quizás por haber sido el primer Castellano en ver el océano que hoy se llama Pacífico, ya siente su entusiasmo efervescer. Pero de entusiasmo no puede pasar, por las intrigas políticas que le cortan la cabeza.
1522
Pascual de Andagoya es quien emprende la primera navegación exploratoria a lo largo de la costa por aquella mar del sur; hasta la desembocadura del río Birú - o Biru, quién sabe; donde escucha la confirmación de que tal imperio, rico y muy grande, realmente existe.
Regresa al Darién.
La noticia enciende a Francisco Pizarro y Diego de Almagro, y también Hernando de Luque.