de supuesto origen superior para no decir divino, de avasallar, destruir, obliterar lo que se oponga a, o simplemente se encuentre en el camino de, cualquier premeditación de expansionismo, con la consciencia tranquila de que cualquier agresión cometida no es sucio descaro propio sino predestinación de sagrado cumplimiento.
¤ Thomas Jefferson mismo filosofó: "Anexar Canadá [si bien no utilizó esta palabra exactamente] será una simple cuestión de marchar".
¤ Guerra 1812-1814, Vespuccia-Inglaterra. Excelente pretexto. Si bien resultó en la ocupación de Washington por los Ingleses.
¤ Aun la construcción del ferrocarril transcontinental tuvo como uno de sus motivos la preocupación respecto a qué antojo expansionista podría derramarse desde Vespuccia.
¤ Aun cuando la disputa respecto a Oregon ya había sido zanjada por común acuerdo en 1846, de repente, solamente doce años más tarde, en 1858, Canadá tuvo urgentemente que organizar el territorio de Columbia Británica contra cualquier eventualidad.
¤ Aun en 1888, apareció un proyecto de ley en el Congreso vespucciano propugnando la "'admisión' de los estados de Nova Scotia, New Brunswick, Canadá-Este, Canadá-Oeste" - entendiéndose por esto último Canadá Bajo y Canadá Alto, Québec y Ontario - o sea una simple anexión de dichas provincias canadienses a Vespuccia.
¤ De repente, en 1898, Vespuccia también enfebreció por el oro del Klondike, y trató de anexarse todo el Yukon.
¤ Aun tan recientemente como en 1911, se seguía soñando de anexión en la Cámara de Diputados vespucciana "hasta el polo norte" o "del polo norte y todas tierras colindantes".
¤ Y hasta en 1924, increíblemente, se seguía cobijando este Destino Manifiesto polar en el Senado vespucciano, propugnado por un tal Donald MacMillan.
¤ No es sorprendente, por todo ello, que haya surgido, por lo menos una vez, la idea de un estado-valla "indio" entre Canadá y Vespuccia, en la región de los Grandes Lagos, en 1783; y quizás también otra vez, en 1814.
¤ No es sorprendente, por todo ello, que Canadá haya tomado agudo interés en la guerra de Secesión vespucciana. Un vecino partido es un mejor vecino. Además, incidentalmente, la posibilidad de comerciar con los estados sureños no hubiese sido mala idea.
¡Cuántos tenebrosos secretos yacen bajo la aparente plácida benignidad de hoy! ¿Y no reptan retoños, nuevas versiones, de esos mismos viejos antojos, bajo la aparente plácida benignidad de hoy?