de que los avistamientos inasibles anteriores mar afuera habían sido realidades de verdad por la noticia de la aparición de la banda de Pizarro en tierra, en 1532.
De este modo y en estas circunstancias fue que Francisco Pizarro - todavía no con el nombre como resuena hoy - se encontró, finalmente, al pie del imperio incaico; con sólo tres navíos y unos doscientos hombres.
Y cinco meses se quedaron los bandoleros de Pizarro en la costa antes de empezar a avanzar hacia Caxamarca, donde, según se habían enterado, residía a la sazón Atahualpa.
Se habían enterado porque, según se dice, Atahualpa, con el correr de las semanas, les había mandado emisarios con regalos. Sin duda, habrá sido para espiar pormenores respecto a los forasteros; pero también puede ser porque Atahualpa puede haber creído que los recién llegados podrían haber sido el dios blanco Huiracocha, o Viracocha, y su comitiva, cuyo retorno estaba profetizado por la tradición.
Esta noción, a primera vista, podría parecer extravagante, pero indudablemente varios pueblos americanos precolonenses tenían una profecía del retorno de un dios blanco y creyeron, en un primer instante, antes de percatarse del verdadero carácter de los bandoleros, que la llegada de los Europeos era la realización de la profecía.
Y cuando Pizarro y sus compinches empezaron su tremenda y audaz aventura - porque hay que reconocer lo que hay que reconocer, y aventura tremenda y audaz fue - fue con sólo 163 hombres, 163 de los 200 porque los demás tuvieron que ocuparse de los barcos.
Por otra parte, si bien es cierto que Pizarro fue el primero y único en asaltar y saquear el Tahuantinsuyo como imperio, parece no haber sido el primer Europeo en asaltar y saquear poblados tahuantinsuyenses.
Resulta que la fama del imperio incaico era tan extensa que alcanzaba no solamente lejos hacia el norte, hasta Panamá si no más lejos, sino también lejos hacia el este, hasta la costa atlántica de América del Sur.
Y resulta que ya en los primerísimos años del siglo XVI, Portugueses y Castellanos olfateaban a lo largo de aquella costa. Y así resultó que alguna de estas expediciones atlánticas se enteró de la existencia de "un cerro de plata, gente serrana con mucho oro y un rey blanco" lejos en dirección al poniente. Y así algunos de sus miembros decidieron investigar, llegaron sin demora a Paraguay, y de allí, junto, naturalmente, con Guaraníes como guías, hasta el propio Tahuantinsuyo, donde pillaron unos poblados, habiendo sido así, en realidad, ellos los primeros Blancos, quizás diez años, quién sabe exactamente, antes de Pizarro en alcanzar, aunque sólo efímeramente, el Tahuantinsuyo.