Sigue la dictadura de los topes transversales en la calzada para detener los automovilistas o hacerles rendir el alma.
Ya ni lo mencionamos, pero siguen los retenes de policía; tres veces, cuatro, seis veces, al día, tenemos que mostrar los documentos. Por otra parte, en algunos puestos, a pesar de carteles imperativos "Pare", no hay nadie, o están descansando adentro, y uno para de puro balde - la manera más eficiente de acostumbrar la gente a no obedecer señales.
Recién vislumbramos a nuestra derecha durante escasos segundos, por un tajo accidental en el hermetismo de las nubes, un corto segmento de una magnífica ladera blanca con quizás 45 grados de inclinación; sin duda fue el volcán Cotopaxi, y sin duda, por lo poco que vimos, mucho más digno de competir en depuración de línea con el Fujiyama. Lástima que está nublado; la cobertura nebulosa es bastante alta, pero las cumbres son más altas todavía, y las variadas partes superiores de la topografía están todas cortadas horizontalmente fuera de vista; es posible que volvamos por aquí cuando, como bien esperamos, nos dirijamos, con todos los problemas solucionados, hacia el Perú y en dirección a Tierra del Fuego; tal vez tengamos entonces más suerte con las cumbres decapitadas.
Estamos en la pequeña ciudad de Latacunga, prácticamente desconocida en comparación con Riobamba y Ambato; tiene, empero, mucho más substancia que ambas éstas puestas juntas; no solamente es más colonial que muchas de las ciudades glorificadas como coloniales sino que simplemente es colonial - no para la glorieta, no para los turistas sino porque es así. Naturalmente, no hay que mirar los barrios más recientes alrededor del núcleo original, trenzando la habitual corona deprimente circunurbana de mediocridad. Algunos de los edificios céntricos están construidos de, o revestidos de, o tienen sus fundaciones de, piedras de lava. Y se nos dice que, en tiempo claro, se ve nueve conos volcánicos. Así que, en Cartagena tuvimos coral para construcción, aquí tenemos lava.
Estamos viajando ahora por la olvidada sensación de una llanura pura y simple, fértil, cultivada y copiosamente poblada; es un poco como haber cambiado de mundo - sin embargo, bajo la vigilancia, en la distancia, de ininterrumpidas sierras longitudinales a ambos lados; estamos viendo una ilustración tamaño natural de que, en Ecuador, la cordillera de los Andes está dividida no en tres ramales como en Colombia sino en solamente dos ramales, con una angosta altiplanicie central.
Estos ramales ostentan por lo menos una docena de cumbres de más de 4.800 metros de altitud y - como hemos visto con el Chimborazo - de hasta más de 6.300 metros. De estos cerros, nueve son volcanes, de más de 4.900 metros, así de nombres y de altitudes, claro que más, o menos, el implícito desconocido margen:
Cotacachi, 4966; Sangay, 5323; Cotopaxi, 5943;
Tungurahua, 5087; Altar, 5404; Cayambe, 5953;
Illinizas, 5305; Antisana, 5756; Chimborazo, 6310.