Macas a la susodicha zona de Mera, Puyo, Tena, según un mapa que tenemos, se podría haber ido directamente, sin dar esta tremenda vuelta que estamos dando; sin embargo, en la realidad, camino no hay. Así que, en ciertos sitios, mejor andar con cauteloso escepticismo.
Con todo, hasta ahora, nuestro recorrido de Ecuador está resultando densamente interesante.
Hoy mismo, hubo otra confrontación - y nosotros fuimos sus víctimas - entre la fantasía del mapa y la realidad del terreno.
En el mapa, bastante detallado, compilado por el Instituto Geográfico Militar de Ecuador, figura, entre Cuenca y Riobamba, la mejor conexión vial que se pueda imaginar: un trecho de la famosa carretera panamericana, indicado, con todo el orgullo del caso, por una gruesa línea roja destacada con dos filetes negros; parte de la misma carretera panamericana, que habíamos recorrido de Colombia a Quito, con bastante buena impresión, si bien nos acordamos; y que también recorrimos, ya cerca de Cuenca, aun cuando con una impresión bastante más reservada, si bien todavía llevadera.
Pero hoy, en el pueblo de Zhud, el terreno empezó a proclamar bien otra cosa: carretera panamericana pedregosa, mala. La situación nos sorprendió sólo hasta un punto. Por una parte, era solamente un caso más de discrepancia entre el mapa y el terreno. Por otra parte, ya habíamos notado en infinidad de casos, en todos los países que visitamos hasta ahora, que la famosa carretera panamericana es un mito puro y simple. No es, como sería lógico suponer, una carretera homogénea de acuerdo a una misma norma de punta a punta por todos los países, sino simplemente una denominación honorífica dada a todos los pedazos y trechos y tramos de cualquier vía carreteable, de cualquier norma o falta de norma que sea, que, por casualidad, combinan con otros trechos, pedazos y tramos en una dirección general aproximada norte-sur o inversa.
Caminos malos no nos asustan; pero después del reciente castigo del coche con lo de Sucúa y Macas, decidimos que sería mejor dar una vuelta - enojosa pero por asfalto de verdad - para llegar de Cuenca a Riobamba; significaba ello bajar la muy empinada ruta que habíamos subido viniendo de Guayaquil, recorrer un poco de llano piamontés, somontano, y, desde la llanura, subir otra vez toda la Cordillera por otra camino; significaba ello que, en vez de poder recorrer 180 kilómetros por un páramo que se supone no tendría mayores desniveles, tendríamos que enfrentar 246 kilómetros de gigantescas bajada y subida. Pero así hicimos.
En un tiempo por demás corto, bajamos de 3.500 metros a 150 metros, con los oídos tapándose repetidas veces, por las diferencias de presión.
Recorrimos la distancia llana con, además, un abrupto cambio de la frescura de las alturas a la humedad y al calor de los bajos.