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a pérdida, que ninguna empresa comercial podría dar con el mismo costo; pero el precio de los vuelos no es sólo en dinero. Para la conveniencia de los vuelos, los Shuar tuvieron literalmente que vender su alma a los misionarios.

Nos dijo un padre: "donde, hoy, se puede llegar en cuarenta minutos o sesenta minutos de avioneta, yo andaba a pie ya hace treinta años; donde se abrió recientemente una pista de aterrizaje, no es que se haya establecido recientemente un contacto, sino que el contacto ya se fue acumulando desde mucho tiempo atrás, y recién explotó en la necesidad de una pista de aterrizaje."

Nosotros mismos vimos un grupo de quince seminaristas dirigidos por un sacerdote, esperando un vuelo para ir, lo que ellos llaman, a trabajar en la selva.

Con todo, según escuchamos por otro lado más, los Shuar no se calientan por los inveterados enfrentamientos entre Ecuador y Perú porque no se consideran ni Ecuatorianos, ni Peruanos, sino simplemente Shuar.

Otros informantes nos hablaron de los Achuaras, una rama prima de los Shuar, de misma raíz, de mismo idioma - apenas modificado, que demoraron un poco más en abandonar su individualidad frente a los intrusos, pero que hoy apenas si son la sombra de sí mismos. Nos dijo un informante, algo así como los Colorados de Santo Domingo.

La similitud y diferencia entre estas dos ramas está mejor ilustrada por sus nombres verdaderos respectivos. Los que hoy se conoce como Shuar, en realidad son los Untsuri Shuar, y los que hoy se conoce como Achuaras, en realidad son los Achuara Shuar; de manera que, para guardar la distinción, habría que llamar unos simplemente Untsuri, subentendido Shuar, y los otros Achuar, subentendido Shuar. Para mayor detalle y complicación, había una tercera rama de Shuar, la Tsumu Shuar, también llamada Huambisa. Pero, de las tres ramas, la única que obtuvo fama fue la de los Jíbaros Untsuri Shuar.

Podríamos haber ido al pueblo de Huichimi, a cuarenta minutos de avioneta desde Sucúa. Pero, al escuchar estos testimonios y otros similares, nos dijimos, ¿para qué?

Y luego, cuando otro interlocutor destacó lo peligroso que es volar por encima de la Cordillera en una pequeña avioneta de tres plazas, que no puede elevarse suficientemente alto encima de las montañas, que está sujeta a los imprevisibles fuertes vientos cerca de las laderas, y lo peligroso que es aterrizar en una pista sin lastre, con una cantidad desconocida de lodo, y con rueditas chiquitas comunes en vez de las grandes llantas especiales para terrenos blandos, nos dijimos más enfáticamente ¿para qué?

Una cosa había sido la avioneta del Alto Artico, con capacidad para 24 pasajeros si bien éramos los dos únicos pasajeros; o inclusive la avioneta de >>>>>>>>