cantos y danzas y comida en abundancia, y chicha, lamentablemente, también.
Seguramente, no un acto de salvajismo del punto de vista de los Shuar; y seguramente no un acto de salvajismo vacío como se estila entre la gente civilizada.
En cuanto al destino final de la tsantsa, una vez los rituales debidamente terminados, llegaron a nosotros dos versiones:
1) nunca se guardaba una tsantsa;
2) se la guardaba como amuleto, ahora esclavizado para bien de toda la aldea.
También aprendimos que cuando se les quitó a los Shuar su ambiente silvestre, con ello se les quitó su concepto de vida, su religión, su lugar en el universo, como a tantos otros pueblos paraborígenes, inclusive en el norte de América.
Para los Shuar, como para tantos otros pueblos paraborígenes, no solamente ellos mismos, sino todo lo demás de la creación - como las plantas, los animales, los elementos - tenían un alma racional, de manera que los Shuar no tenían un derecho de dominio sobre los otros integrantes de la creación. Todos eran iguales entre sí, y los Shuar debían tanta atención, y tanto respeto, a las plantas, a los elementos, a los animales, como se debían entre sí.
Así, los Shuar literalmente hablaban a las plantas, a los animales, a los objetos. No solamente les hablaban, sino que tenían la obligación de hablarles. Cualquier acto sobre un objeto de la creación tenía que serle explicado, destacando que era un acto necesario, que no se atentaba contra los derechos o contra el espíritu de la planta o del animal.
▪ Por ejemplo, si un Shuar pensaba tumbar un árbol, primero lo iba a visitar, le iba a hablar, diciéndole: frondoso árbol, mañana vendré para tumbarte; no tienes por qué ofrecerme resistencia porque ningún daño causaré a tu espíritu, etc.
▪ Asimismo hablaban, por ejemplo, al alma de una piragua, diciéndole cosas lindas, razonando con ella; y, con más razón, dialogaban - bueno, mejor dicho monologaban - con sus animales domésticos.
▪ Cada animal matado en caza para la comida requería un rito propiciatorio.
Tal vez los Shuar, y otros paraborígenes, tenían más razón de lo que la gente ordinaria de hoy cree; tal vez las plantas tienen su vida y su sensibilidad propias.
║ Hay personas hoy en día quienes hablan amistosamente con sus plantas y aseguran que éstas crecen mejor.