posición de los años anteriores, el padre no quería escuchar razón y se volvía cada vez más convencido, de que todo en la colección era puramente auténtico, y de que demostraba la teoría. A veces, decía que, en una cierta serie de piezas, faltaba una pieza para complementar la cadena de pruebas. Y a los quince días aparecía alguien exactamente con la pieza que faltaba, y el padre decía victoriosamente que ahí estaba la prueba de la validez de la tesis y de las demás piezas. Sus colegas salesianos no sabían qué hacer.
Finalmente, cuando llegó el momento, poco antes de la muerte del padre Crespi, de traspasar la colección al Museo del Banco Central, éste - como todos los Salesianos, salvo el padre Crespi, lo anticipaban, aceptó comprar todas las piezas auténticas, las que vimos y las hay muchas, pero rechazó todo lo demás. Cuando murió el padre, la comunidad salesiana regaló como adornos las figuritas de piedras talladas no auténticas, se guardó un rato las piezas metálicas, pero éstas también fueron desapareciendo, por destrucción, por abandono, de manera que, hoy, ya no queda nada de aquellas fantasías.
Hoy se sabe que muchas de esas piezas venían de artesanos de dos pueblitos cercanos a Cuenca: Chuquipata y Simincay; artesanos que habían encontrado una mina de oro, artesanos con muchos de los cuales se puede hablar todavía hoy.
Nos interesó y emocionó esta historia de ciencia, de caridad y de locura, más que nos hubiese interesado y emocionado ver los objetos con la afirmación de que serían auténticos. Seguramente podría ser esta historia el tema de una gran película, si bien de poco éxito porque le falta sexo y sangre.
Así termina la locura del padre Crespi.
Pero hay que saber diferenciar. Su locura de las pruebas de la tesis de los Egipcios en América no significa ipso facto la locura de la tesis propia.
En realidad, esta tesis no es un infundado invento, surgido de la imaginación, en busca de indicios, sino que es una noción sugerida por indicios que ya existen - demasiado nebulosos y aislados, es cierto, para poder afirmar lo que sea, pero suficientes para pensar en el tema.
Por una parte, nos acordamos haber encontrado, en otras fuentes, referencias a una inscripción en una roca en Brasil, que se interpreta justamente en el sentido de llegada de Egipcios al lugar de la inscripción. En este momento, no nos acordamos de más detalles, pero ciertamente esperamos tocar el tema en Brasil.
Y aquí mismo, en la zona de Cuenca, se encontró una tableta con tres líneas de escritura que se dice ser ... libia, en estilo de la segunda mitad del siglo III a.C., en la más fina caligrafía, parecida a la inscripción conocida del rey Masinisa, en Tunisia.