cimientos no hay. ¿Cómo se sabe que hay cimientos debajo de los edificios? Se lo sabe, y en detalle, por relevamientos y estudios hechos por un arqueólogo alemán, Max Uhle, a principios de este siglo.
Es el mismo arqueólogo que, durante su estadía en Ecuador, encontró, en una cueva a unos veinte kilómetros del Quito de entonces, el esqueleto de un mastodonte en asociación con pedazos de alfarería de tipos, tanto primitivo como adelantado - y fue tildado de falsificador.
En el caso de Tomebamba, empero, como en tantos otros, lo intangible es más interesante que las piedras.
Resulta que esa ciudad de Tomebamba era de construcción incaica pero de población mayormente cañari. Y resulta que, en la guerra fratricida entre los hijos del último Inca global constitucional del imperio, Huáscar y Atahualpa, los Cañaris prestaron ayuda a Huáscar, y que Atahualpa, cuando ganó la confrontación, por venganza contra los Cañaris, arrasó Tomebamba, a pesar de ser ciudad de construcción inca, dejando para la posteridad una imponente cantera de piedras gratuitas y listas para llevar - que así lo entendieron todas las generaciones posteriores, hasta que, eventualmente ya no quedó nada.
Luego, fuimos a hablar con los padres salesianos, o sea con la comunidad a la cual pertenecía el padre Crespi. Como era natural, queríamos ver los demás objetos de la colección del padre y escuchar su historia. No vimos los demás objetos, y la historia que escuchamos es bien diferente de cualquier cosa imaginable. Así nos la contó el padre que nos atendió tan gentilmente.
El padre Crespi era doctor en antropología. Durante sus estudios, le había llamado la atención la versión de que quizás había habido una corriente de contactos desde el Medio Oriente antiguo a Ecuador, por el cabo de Buena Esperanza y la cuenca amazónica. Se le ocurrió tratar de establecer la realidad de dicha teoría buscando vestigios adecuados. Como no los encontraba por sus investigaciones personales, distribuyó entre los paraborígenes y otros pobladores dibujos y descripciones de lo que él buscaba para comprobar la teoría, pidiendo que si alguien encontrase algo parecido se lo trajese.
Al tiempo, empezaron a aparecer paraborígenes y otros pobladores con objetos similares a los buscados. El padre Crespi era un científico, se daba cuenta de que ciertos objetos eran auténticos y ciertos falsificados, pero empezó, y siguió, comprándolo todo, explicando a sus colegas salesianos que sabía qué era falso, pero que compraba todo ante la desesperación de los que venían, o sea por caridad.
Con el correr de los decenios, cuando el padre empezó a entrar en edad avanzada, se le fueron alterando las facultades mentales; empezó a creer y afirmar que todo era auténtico. Cuando sus colegas salesianos le recordaban su >>>>>>>>