- Bien. Ahora, hay una cosa que nos molesta - intelectualmente. Entendemos su >>posición, entendemos que Usted no quiera que su descubrimiento tenga el >>mismo triste destino de desmembramiento que le tocó a otros tesoros de la >>humanidad. Nosotros, en su lugar, también guardaríamos celosamente el >>secreto de la ubicación del sitio, pero - con todo el mundo tomándolo a >>Usted por charlatán o por loco, ¿por qué no presentar un par de fotografías >>para demostrar la veracidad de las cosas?
- Sería lo peor que pueda suceder.
- ¿Lo peor?
- Sí, porque, entonces, la gente sí me creería, y yo no quiero que me crean.
- ¿No le crean?
- Claro, porque, entonces, habría miles de convencidos que se lanzarían a una >>búsqueda enloquecida, y entonces, sí, habría peligro; mientras que, así como >>son las cosas, la gente cree que soy loco, o mentiroso, y me deja en paz.
- Hm, muy astuto. ¿Así que, ahora, Usted se dedica a la mina, aquí, con el >>abogado? ¿Y una mina de qué es?
- De oro.
- ¿De oro? ¿Y cómo encontró una mina de oro?
- Ah, encontré muchas minas de oro, como treinta por lo menos.
- ¿Treinta minas de oro, y cómo?
- Por conocimientos.
- Otra vez, los conocimientos, pero ¿qué conocimientos? ¿Por los indígenas, >>por geología, por radiestesia?
- Por conocimientos. Y la mina que explotamos es fenomenalmente rica; da un >>rendimiento de entre cuatro y cinco kilogramos de oro por tonelada.
- Pero ¿qué conocimientos?
Se levantó el señor Móricz y nos llevó, siempre acompañado por el abogado, a otra oficina, en otro piso del mismo edificio, la oficina de la compañía minera. De la oficina funcional del abogado, fuimos transportados a un mundo de lujo cuya mera existencia ya era la demostración instantánea de que, por lo menos en el asunto de la mina de oro, el señor Móricz no era ni loco ni mentiroso. Nos mostró pedazos del mineral aurífero, una piedra compacta, veteada de color oscuro, salpicada de pepitas de oro.
- Estamos produciendo unos cincuenta kilogramos de oro por mes.
- ¡Cincuenta kilogramos! Le va a sobrar dinero.
- No crea; todavía nos falta.
- ¿Les falta?
- Para Los Tayos.
- ¿Los Tayos?
- Sí; estamos juntando toda la base financiera que hace falta para establecer >>las condiciones de garantía para poder sacar al conocimiento público el >>lugar y la existencia del contenido de Táltosok Barlangja; entonces, nadie >>nos impondrá condiciones; entonces, pagaré yo, y cuando pago yo, pongo >>condiciones yo.
Y el señor Móricz y el abogado nos mostraron grandes fotografías lujosas - de >>>>>>>>