en el Palto [?-?-? seguido de varias sílabas incomprensibles]
- ¿Palto qué?
- Táltosok Barlangja.
- ¿Y qué quiere decir eso?
- Se podría interpretar algo como la Cueva de los Seres Superiores.
- ¿Es el nombre que Usted le da a las cuevas de los tayos?
- No, solamente a una parte del laberinto.
- Y entonces ¿cómo lo encontró Usted?
- Por conocimientos.
- Muy bien, pero qué conocimientos?
- (enigmáticamente) Por conocimientos ...
- ¿Y si alguien lo encuentra por casualidad?
- Yo soy creyente; si alguien lo encuentra, será porque Dios lo habrá querido >>así.
- ¿Por qué no quiere que se sepa, que se vea?
- Mire qué pasó en un sinfín de lugares arqueológicos, paleontológicos, y >>otros, alrededor de la Tierra; siempre, por pretextos o por simple saqueo, >>lo mejor siempre desaparece a los cuatro vientos. Esto, debe quedar el >>patrimonio de toda la humanidad. Encierra verdades sobre la existencia misma >>de la humanidad. Tiene que quedar inviolado.
- Pero todos moriremos algún día. ¿No se va Usted querer llevar su secreto >>consigo? ¿No habría condiciones bajo las cuales Usted estaría dispuesto a >>compartir su secreto?
- Sí. Haría falta, entre otras cosas, una comisión celadora de, digamos, >>cuarenta notables de inmaculada trayectoria y de máxima integridad moral e >>intelectual. Pero eso también requiere mucho dinero.
- Seguramente lo harían a título honorífico.
- Sí, pero involucraría gastos por razones logísticas de todos modos, y muy >>grandes.
- Seguramente se puede conseguir respaldo económico para semejante propósito; >>alguna organización cultural, particular u oficial, un consorcio de tales >>organizaciones.
- Sí, dinero hay; pero hay todavía más imposiciones. Tuve ofertas, pero >>todavía más condiciones; no solamente de museos, sino también de Iglesias.
- ¿Iglesias?
- Bueno, los Mormones, por ejemplo, ofrecieron comprarme las tabletas de oro a >>cualquier precio, pero con la condición de que quedarían en sus manos, y >>quedaría a su criterio el descifrado del texto, porque - piensan ellos - tal >>vez podrían ser las tabletas de oro que dieron origen a su religión.
[Comentario nuestro: lástima que no sabíamos esto cuando hablamos con los >> Mormones en Salt Lake City.]
Intervino el abogado.
- Sí, estuvimos con el Gran Maestre en su oficina en Utah.
- Bien, ¿y si sus condiciones, señor Móricz, no se dan antes de que le toque >>la hora de irse, Ud. se llevará su secreto consigo?
- Como dije, soy creyente. Si así pasa, será que así tiene que pasar; y luego,
pues, que otros lo busquen nuevamente.