Resulta que, cuando ya había pasado la fiebre y cuando todo ya había sido llevado del pueblo, ya sea bajo el distinguido manto de investigación o bajo el infame rótulo de piratería, o sea recién unos tres años atrás, el hijo decidió levantarse una casita en el patio del padre y, al excavar las fundaciones, se encontró con varias tumbas justito en el patio; por alguna inspiración, se retuvo de destrozar semejantes estorbos en sus planes familiares, limpió la tierra de alrededor de los esqueletos y de sus ofrendas anexas hasta hacerlos bien visibles pero sin desprender los huesos de la ganga de tierra, y los dejó así, con la esperanza de ofrecer el sitio como atracción arqueológica, con derecho de entrada. Pero, eventualmente, el invierno se llevó uno de los esqueletos, o sea la intemperie destruyó uno de los esqueletos, y, eventualmente, el carpintero y el pescador usaron sus sesos y protegieron los cuatro esqueletos restantes con chapa ondulada.
Vimos los cuatro esqueletos.
…) Entre sus varias características, una estalló con la fuerza de lo totalmente inesperado e incongruo: todos los esqueletos tienen sus piernas complicadamente entrecruzadas en la posición de la eminentemente oriental flor de loto. ¿Cómo es que nunca vimos o escuchamos mención de esto?
Piernas en posición de flor de loto
…) Por otra parte, tres de los esqueletos tienen su boca abierta como riéndose a carcajadas. Los muertos alegres. Estos mismos tres esqueletos tienen su dentadura completa y en perfecto estado.
…) El cuarto esqueleto tiene las siguientes características: es un individuo que se calcula en un metro ochenta de altura, lo que es sorprendente para cualquier paraborigen y todavía más sorprendente para una mujer. Tiene la dentadura deficiente, le falta un par de dientes; tiene el cráneo destrozado, la columna vertebral y las costillas quebradas, y no por acontecimientos póstumos, parece que así fue enterrada. Y, finalmente, tiene las órbitas de los ojos cubiertas y cerradas por dos conchas marinas.
…) Dentro del desierto arqueológico que es Valdivia hoy en día, fue éste, un hallazgo fortuito en el patio de una casa particular, muy inesperado y muy bienvenido.
Y fue una oportunidad que tiene todo el inapreciable valor de lo efímero: al pescador no le prosperó su sueño empresarial; escasos fueron los interesados en sus esqueletos. Naturalmente - le dijimos - podrían ser esqueletos de oro, y tampoco nadie vendría si nadie sabe que existen.
Lo que no se le ocurrió al pescador-arqueólogo-empresario es publicidad, publicidad, madre de todas las ventas. Tan escasos fueron los interesados que los esqueletos no se ganan su sustento por el espacio que ocupan, y el pescador y su padre carpintero están en trato con algún museo, o algunos >>>>>>>>