También echamos un vistazo a la redonda a nuestro vehículo. Juzgando por pedazos de barro pegados en varios lugares, vimos que habíamos vadeado barriales de barro espeso, pegadizo, de hasta 45 centímetros de profundidad, o quizás más, pero es a 45 centímetros que encontramos los restos pegados.
También sacamos la cuenta de que nos pasamos dos horas en los barriales; lo que es fácil decir a posteriori, pero cuando uno se encuentra en el medio de una incógnita, todo parece ser una eternidad y una infinidad.
Luego, comimos algo; y, con una satisfacción beata, disfrutamos los tremendos brincos del camino sin barro y sin olas hacia Manglaralto, donde estamos ahora.
Eso sí fue una experiencia. Ya no tenemos por qué desear aventuras, ya las tuvimos bastante. Pero, por qué será que aquellas gentes nos dieron información tan irresponsable; nunca nos hubiésemos metido en este juego cruel y peligroso a sabiendas.
Pero, a dormir ahora, en Manglaralto, mecidos por el ininterrumpido y eterno ruido de las olas del Pacífico, a pocos pasos detrás de nosotros.
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Estuvo lloviznando gran parte de la noche; ni queremos pensar cómo habrá llovido en los Cinco Cerros; ni queremos pensar cómo estará el canal de barro ahora; ni queremos pensar en la situación de habernos quedado varados en ese infierno de lodo, y ahora quizás, inmovilizados e incomunicados quién sabe hasta cuándo.
Esta mañana, aprendimos una manera más civilizada de viajar por la playa; es viajando con el mar ya bajando, no en su punto más alto; cerca de, pero fuera de alcance de las olas - donde ya no hay demasiada agua, para que la arena no sea chirla, pero donde todavía hay suficiente agua para que la arena tenga máxima compactación, antes de empezar a aflojar por insuficiente humedad.
El cielo sigue herméticamente nublado; está garuando. La meteoróloga informa que, desde que estamos en la costa, las ambituras mínima y máxima diarias tienen poca separación; por ejemplo, las dos últimas fueron de 22 y 27 grados, en contraste con una separación de, por ejemplo, 11 y 27 grados en Quito.
Hoy, no recorrimos gran distancia. Sin embargo, vimos, en un lugar famoso del cual leímos mucho y escuchamos mucho, algo que no vimos o no escuchamos mencionado en ningún lado.
A corta distancia al sur de Manglaralto, llegamos al pueblo de Valdivia, el Valdivia de la famosa cultura valdivia.