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evolucionar de otra manera más: llevando simplemente en la cabeza una boina más o menos de la forma y del color del peinado tradicional.

Muy interesante y emocionante, esta visita a una especie en desaparición que la industria turística tendría que tener la decencia de dejar en paz.

Además, es evidente para cualquiera que deben de tener algún nombre auténtico, legítimo, propio; y es evidente para los antropólogos que no son indígenas de su área presente. Su más respetuoso nombre es Zaracayas o Zaracayes, y aparentemente son oriundos, como etnia, de la selva amazónica, y los únicos paraborígenes de la selva, junto con los Cayapas, al oeste de los Andes.

Después de Santo Domingo, todo es pura llanura; de los Andes queda solamente la memoria.

En la vecindad de El Carmen, empezamos a ver grandes plantaciones de bananas que son, según se quejó el padre-arqueólogo quiteño, el producto más famoso del Ecuador; el Ecuador es el más grande productor y exportador de bananas de la Tierra, y, curiosamente, ni siquiera es miembro de la unión de países exportadores de bananas.

Sin embargo, la economía ecuatoriana va cambiando. La exportación de bananas será la más conocida, pero la exportación de petróleo llegó a ser económicamente más importante; no por nada fue decidido acometer la épica construcción del épico oleoducto hacia el puerto de exportación.

La exportación de otro producto del agro, el azúcar, será tradicional, pero la exportación de otro producto no-agrario, el pescado de mar, llegó a ser más importante.

Lo que no cambia el privilegio que tiene Ecuador, paralelamente con Colombia - y por la misma feliz combinación de latitud y altitudes - de poder producir una gran variedad climática de riquezas agropecuarias de la cual otros países, aun cuando mucho más extensos, sólo soñar pueden: caña de azúcar, algodón, café, cacao, bananas, arroz, semillas de ricino, trigo, cebada, avena, maíz, papas, frutas, verdura, ganado vacuno y ovino, aves de corral.

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Hoy, apenas salidos de El Carmen, se terminó la llanura; nos encontramos en terreno muy conocido, y rejuvenecidos de varios meses: en un salpicado de colinas de poca base, de poca altura, pero en gran cantidad, exactamente como vimos en Panamá, cuando nos asombrábamos de semejante terreno en la cercanía de una vía interoceánica.