En verdad, aparte de su extensión y de su ubicación, no es más que una acumulación de muros de factura muy elemental; pero fue nuestro primer contacto con una supuesta ruina incaica, aquí, al norte de Quito, casi en el extremo septentrional del imperio incaico. Por otra parte, si bien se encontró restos de comida, cobre, cerámica, huesos de llama tallados - y muy finamente tallados, agregamos nosotros - no se encontró un solo resto humano.
El pucará de Rumicucho.
Visto en la lejanía
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\QT/ Está por terminar esta semana quiteña de espera.
2x
El sábado, viajaremos a Santo Domingo de los Colorados para la feria del domingo de los paraborígenes llamados Colorados.
"De espera" es una manera de hablar; parece que nunca nos acostumbraremos a la vertiginosa corrida del tiempo; ni siquiera tuvimos tiempo para las visitas tradicionales obligatorias de Quito, salvo que vimos, en el Parque Alameda, un mapa en relieve del país; después del mapa en relieve de Guatemala, alentábamos la esperanza de algo muy interesante en el mapa de la topografía ecuatoriana pero fuimos decepcionados. En esencia y resumen, el tiempo desapareció en quehaceres varios, observaciones varias y en unos encuentros de gran interés.
|► En cuanto a tareas varias, todavía no hay contestación al telegrama mandado por el consulado vespucciano; todavía no hay novedad en cuanto a las cubiertas; pero parece que, salvo error o imprevisto, pondremos punto final al problema del cambio de aceite de Bogotá - aquí, tampoco el aceite dura más de 3.000 kilómetros, tampoco hay aceite importado, pero creemos haber encontrado dónde tienen un poco de aceite importado escondido; vamos a ver.
|► En cuanto a impresiones varias, van como sigue.
/ Descubrimos que vivir en Quito es vivir en su aeropuerto, o por lo menos estar sometido sin misericordia a su tráfico aéreo, porque el mismito valle alargado en el cual se anida Quito también resulta ser la única avenida de llegada y de salida de todos los aviones, así que no hay dónde esconderse del purgatorio de los aviones a hélice y del infierno de los aviones a chorro, a escasos metros encima de la ciudad.
/ También descubrimos que los Quiteños, y nosotros lamentablemente también, estamos sometidos a la dictadura sin dignidad de los topes, o sea rompemuelles, transversales en la calzada, con la única alternativa de parar o romper algo en el vehículo; es un signo indudable de subdesarrollo, ya sea en las autoridades viales o en la conducta de los choferes.