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Pero no tendríamos que quejarnos de lo panameño; sino, al contrario, felicitarnos porque ahora, gracias a ello, seguimos teniendo en el bolsillo una cédula de identidad de aspecto perfectamente oficial e impresionante, con fotografía, firma, sello, y todo plastificado, que ya nos sirvió varias veces, tanto en Colombia como aquí mismo en Quito - si bien ya no tendría ningún valor en Panamá, por vencida, y menos todavía tiene en estos países - para franquearnos la entrada a oficinas importantes u oficiales, donde hay que dejar un documento de identidad para poder entrar. Así, todo el mundo queda contento: nosotros, no tenemos que arriesgar nuestros pasaportes u otro documento de valor, y ellos, se quedan satisfechos con un pedazo de plástico sin valor que cumple nominalmente con los reglamentos.

Fuimos al consulado de Vespuccia, con el problema de los documentos esfumados; obviamente, no todos los consulados fueron creados iguales; mientras que, en Bogotá, se lavaron las manos del asunto diciendo que era asunto nuestro, entre nosotros y el servicio de migración - perdón, de inmigración, a la vespucciana - aquí, por lo menos, se ofrecieron a mandar un telegrama al servicio de migración, con nuestros datos y el problema, a ver qué contestación reciben; esperan recibir algo quizás dentro de una semana. Cuando salimos del consulado, sabíamos, por lo tanto, que estábamos obligados a, mejor dicho nos convenía, quedarnos en Quito por lo menos una semana.

También, nos ocupamos de la disponibilidad del tipo de neumáticos que necesitamos. Aquí, en Quito, hay cubiertas importadas, ah sí, pero no las que necesitamos porque aquí nadie las necesita. Sí, se podrían importar, a pedido, con pago adelantado, pero con una espera de dos meses; no, no hay esperanza de conseguirlas en los demás países, en Perú, en Chile, en Bolivia, en Argentina, en Brasil; en unos, porque tienen una economía demasiado débil, y en otros, porque tienen su industria propia y, por lo tanto, prohiben importaciones. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Habrá que terminar la Expedición rodando en los aros, o sacrificar y tirar la mitad de las cosas que tenemos para reducir el peso del vehículo, y poder calzar cubiertas menos fuertes?

En definitiva, surgió una solución, por espíritu de ayuda del concesionario; solución gracias a la cual se obviará la demora de entrega por la fábrica, comprando las cubiertas por intermedio de él en Miami, directamente en un negocio común, se obviará la demora de la entrega por mar, mandándolas por avión, y se obviará la demora del paso por aduana, por medios que solamente él conoce. Así que, dentro de 10 ó 15 días, dice él; nosotros le dijimos que hasta dentro de un mes estaría bien. Si todo sale como dicho, tendremos cuatro cubiertas nuevas, más las dos nuevas de repuesto que tenemos ya, más las medio-gastadas que rodamos ahora y que nos guardaríamos, y, con todo ello, tendríamos que poder terminar la Expedición sin más problemas. Nos cuesta, como es el dicho, un ojo de la cara, pero rogamos que salga bien; si sale bien, quedaremos agradecidos y aliviados, y, mientras tanto, estamos quemando una velita mental.