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La pura verdad es que no sabemos de qué sirvió a los oyentes la charla sobre la nutrición que escuchamos; ahora, los oyentes sabrán todo lo que podían desear saber, y más, en cuanto a los varios tipos de vitaminas, minerales, grasas, proteínas, pero todavía no saben qué comidas les dan qué, todavía no saben diferencias fundamentales como, en los azúcares, entre el azúcar natural de las frutas y el azúcar refinada - al contrario, habiendo escuchado la importancia de los azúcares pero sin conocer esas diferencias, se precipitarán a comer golosinas de todo tipo; y todavía no saben la diferencia entre alimentos crudos llenos de vida y alimentos cocinados muertos.

Por lo menos una radiodifusora se está rebajando voluntariamente a un nivel provincial, sintiendo la necesidad de aclarar en su identificación Quito-Ecuador-América del Sur - la misma necesidad de reforzar su propia identidad, su propio rinconcito bajo el Sol, que encontramos en Tegucigalpa-Honduras-América Central, y otros sitios similares, pero que no encontraríamos en Roma-Italia-Europa y otros sitios similares.

Finalmente, tuvimos que aguantarnos la penosa experiencia de escuchar lo que nadie anunció qué era, pero que, desde las primeras notas, fue obvio que era algún himno nacional, como tuvimos que aguantar tantos otros himnos nacionales - en este caso, el himno ecuatoriano. En otros países, nos preguntamos, con bastante asombro, por qué no podían haber elegido algo que no suene como una opereta europea del siglo XIX, pero aquí, nos preguntamos, con todavía más asombro, por qué, con la riqueza exclusiva de la música andina, no se inventaron un himno personal autóctono, diferente; o será que es otro caso de imitación hipnótica, de hacer lo que los demás hacen sin pensar por qué.

Božka dice que la razón es muy clara: porque el himno debe de datar de los primeros tiempos de la independencia, cuando lo único distinguido era lo europeo, y lo autóctono era una desgracia, por lo que el himno no podía ser otra cosa que alguna opereta europea. Muy bien, pero quien hace, puede deshacer; quien aceptó un himno, lo puede rechazar, y se podría simplemente cambiar de himno para más personalidad, más orgullo auténtico, más respetabilidad.

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\QT/  Pasaron dos días.  He aquí lo ocurrido.

Fuimos a Extranjería y obtuvimos una prórroga de sesenta días de nuestros permisos para una validez total de noventa días, todo, en el estricto tiempo necesario para, nosotros, decir qué deseábamos, y el funcionario, para abrir los pasaportes, ponerles un sello y una firma. Qué contraste astronómico con el purgatorio desdeñable, por idiota, de las colas y de los trámites de la prórroga panameña.