igual en cualquier latitud mientras que la ambitura en los bajos cambia, por latitud, de calurosa a templada a fría, siendo pues la diferencia de ambitura entre los bajos y las alturas intertropales, entre los calores intertropales y estos fríos intertropales que tenemos aquí, más dramática que en otras latitudes, y tanto más digna de ser integrada en el cuadro general de los "trópicos".
Conceptos más afilados, para cerebros ansiosos de superar su estancamiento involuntario.
Ya que se asocia tanto la línea ecuatorial con el mayor calor en el globo, y viceversa, lo sorprendente sería dibujar un "ecuador" isotérmico de los mayores calores alrededor del globo y ver cómo no coincide con el ecuador geográfico, y cómo la ecuación habitual calor = ecuador, o viceversa, es falsa.
Qué revolución sería, para tanta gente que "sabe" que los "trópicos" son sinónimos de calor, pero qué realismo sería, concebir, a más de los dos círculos tropales - en este concepto, limitados a su significado verdadero de círculos de puntos de retorno de las oscilaciones geotropas o sea de los aparentes movimientos solares estacionales, y ahora liberados de su evidentemente errónea connotación de franja de calor alrededor de la panza del globo - concebir dos sinuosidades isotérmicas demarcando los verdaderos límites de la zona tórrida.
Nuestra pregunta es: ¿por qué la noción de zona intertropal como sinónimo de calor es tan exclusivamente generalizada y perpetuada, mientras que la riqueza conceptual de la doble noción, por una parte, de rectas tropales, relacionadas únicamente con las oscilaciones de la Tierra, y por otra parte, de sinuosidad isotérmica, relacionada únicamente con calor, parece el secreto mejor guardado de las masas?
Sin duda, por la misma razón por qué los ascensores siguen siendo llamados ascensores aun ahora cuando también bajan, o sea por la inercia intelectual de los doctos mentores de la humanidad.
Y, naturalmente, la misma dualidad existe en las zonas polares: los círculos polares, relacionados únicamente con el régimen de oscuridad, sin relación con friotura, y las sinuosidades isocrióticas, con el único significado de límites entre las zonas templadas verdaderas y las zonas frígidas verdaderas.
Y ahora, hacia Quito.
El andar resulta agradable, por una carretera buena - de asfalto decente y, si bien con muchas subidas y curvas y bajadas, de trazado suave, con las curvas adaptadas, salvo imposibilidad mayor, a una velocidad razonablemente constante.
Naturalmente, hay olas montañosas por doquier pero ya no del tipo colombiano; la vegetación, si se la puede llamar así, es paja rala, raquítica; a veces, >>>>>>>>